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Carlos Ball

Socialización de la medicina

La caricatura del semanario Barron´s delata la realidad del actual sistema de salud: el médico, detrás de su escritorio, le pregunta al paciente antes de examinarlo: “¿cuán grave es la enfermedad que usted puede pagar?”

En las últimas décadas el mundo ha avanzado asombrosamente y quizás por eso mismo estamos conscientes del deterioro en tres importantes segmentos de la sociedad: las escuelas del gobierno, la seguridad personal y la atención médica. No es casualidad que se trata de tres actividades donde los políticos se han empeñado en meter la mano.

Nadie pone en duda los avances logrados por la medicina moderna, aunque las trabas oficiales han incrementado de tal manera el costo de lanzar un nuevo fármaco al mercado que hoy sólo pueden hacerlo los laboratorios farmacéuticos con la capacidad financiera de arriesgar 400 ó 500 millones de dólares y varios años de investigaciones. Con ello, la burocracia sanitaria ha impedido que se vendan medicinas que pueden causar algún daño desconocido, pero lo que nunca sabremos es el número de muertos que esas mismas trabas causan al retrasar y encarecer exageradamente los nuevos medicamentos.

La semana pasada se publicó un reportaje indicando que hay 25 mil vacantes de enfermeras en Estados Unidos y que los hospitales gastan hasta diez mil dólares por reclutar cada enfermera que traen desde Filipinas, Corea o Argentina. En la actual recesión económica, tal noticia es prueba que en el sector salud no se permite que el mercado funcione. Antes, las enfermeras podían reemplazar a los médicos en procedimientos que ahora las regulaciones dictan que tienen que ser efectuados por médicos graduados, aumentando los costos y disminuyendo el atractivo de ser enfermera.

Si usted tiene la mala suerte de tener que ir al médico, le espera una experiencia cada día más desagradable y parecida a hacer un trámite en una oficina del gobierno. Si se trata de un hospital, el papeleo es aún más largo y generalmente termina entregando un cheque en blanco por la totalidad de su patrimonio.

Vamos a olvidarnos de aquella época dorada cuando al enfermo lo venía a examinar a su casa el médico de la familia. Aunque los jóvenes no lo crean, esa era la costumbre predominante en los años 40 y 50. Pero aun en los años 60, antes de la intromisión de la politiquería en la salud, la relación médico-paciente era algo muy personal y el tiempo que ahora toma llenar formularios y reportes impuestos por las regulaciones (las cuales uno termina pagando), era tiempo que el doctor le dedicaba al paciente.

El gobierno obliga hoy a los médicos a dedicar gran parte de su tiempo en el cumplimiento de reglas generales que poco o nada tienen que ver con el paciente específico. Para ello se requiere también personal adicional, lo cual ha multiplicado el costo de examinar a cada paciente, sin beneficio alguno para el enfermo.

Los médicos, y en mucho mayor grado los hospitales, se ven obligados a protegerse de posibles demandas haciéndole multitud de exámenes innecesarios a los pacientes. Así realmente han logrado “socializar” la medicina. Los conocimientos y larga experiencia del médico cuentan poco cuando a éste las regulaciones no le permiten usar su buen criterio, su ojo clínico, sino que debe cubrir todos las posibles ramificaciones de los síntomas. Con ello, a menudo, se termina perjudicando al paciente y exponiéndolo a riesgos adicionales innecesarios.

El problema básico de la medicina hoy en día es la exagerada intromisión gubernamental en las relaciones del paciente y su médico. Y una vez que el paciente pasa del consultorio al hospital pierde todo control sobre lo que le sucederá, por lo que hay que tenerle tanto miedo a las burocracias hospitalarias como a la enfermedad misma.

Ir al médico o al hospital con un dolor en el codo o la oreja equivale hoy en día a ir a una tienda a comprar una camiseta y salir con un traje hecho a la medida en Savile Row porque el vendedor determinó que eso es lo que usted necesitaba. A mis amigos y lectores latinoamericanos les recomiendo pensarlo muy bien antes de venirse a Estados Unidos a hacerse un chequeo médico o una operación. El intervencionismo ha dañado profundamente las relaciones médico-paciente en Estados Unidos y las infecciones masivas que suelen ocurrir en muchos hospitales aquí no son reportadas debidamente por la prensa.

Carlos Ball es director de la agencia AIPE y académico asociado del Cato Institute.

© AIPE

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