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Diana Molineaux

Escenario y bastidores

Las contradicciones entre funcionarios de la Administración Bush acerca de Irak auguran un debate acalorado en las próximas semanas pero también parecen indicar que este debate está ya en plena marcha entre bastidores y lo que sale a la luz es una escenificación para tantear –o manipular– los diferentes y poderosos intereses políticos que tiran en sentido opuesto. Mientras el portavoz del presidente y el propio George Bush insisten en que no ha tomado decisión alguna en cuanto a la estrategia a seguir, el vicepresidente Cheney y el secretario de Defensa Rumsfeld no paran de fulminar contra Saddam Hussein e insisten en que hay que acabar con su régimen como sea, incluso con un ataque sin apoyo de los aliados de Estados Unidos.

Después de que estas declaraciones provocaran reacciones alarmadas en las páginas editoriales y las cancillerías de todo el mundo, Cheney reapareció con un discurso casi igual, pero con un nuevo acento en la multitud de estrategias posibles y la determinación de actuar en concierto con los aliados internacionales y los legisladores norteamericanos. Tal vez Bush envía a Cheney y a Rumsfeld a lanzar globos sonda para tantear la reacción internacional y nacional, mientras se prepara para el debate que se llevará a vista del mundo entero a partir de la próxima semana, cuando el Congreso regrese de vacaciones.

Va quedando claro que las pantallas de televisión y los discursos serán para la galería, mientras que el verdadero debate es probablemente muy distinto y ni la oposición a un posible ataque norteamericano es tan grande como parece, ni el presidente Bush está tan decidido a invadir el Irak como muchos creen. El presidente francés, Jacques Chirac, pide que Washington primero lleve el caso a la ONU, pero es tan difícil de imaginar que el Consejo de Seguridad rechace una petición de inspecciones como que Bagdad las acepte, y con ello la opción bélica sale reforzada.

Por otra parte, cuesta creer que el candidato cristianodemócrata Stoiber deje abierta la posibilidad de apoyar un campaña norteamericana si ello fuera a costarle los votos de las próximas elecciones alemanas, mientras que la visita del subsecretario de Estado Richard Armitage a Japón tiene visos de ser uno de los primeros pasos en formar una coalición anti-Irak. Pero la primera coalición es la nacional y las elecciones legislativas de noviembre parecen más urgentes que una guerra contra el Irak. Cuando hayan pasado, Bush podrá decidir sin la presión de los poderosos grupos pro-guerra y el Congreso habrá podido escuchar a los militares que lamentan el entusiasmo bélico de los civiles que en su vida han empuñado un fusil.

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