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Enrique de Diego

4. El antioccidentalismo, pensamiento único

¿Cómo no recordar que, tras el 11 de septiembre, la inmensa mayoría de los artículos, de los análisis fueron, ¡contra Estados Unidos!? Occidente, esa idea sencilla y a la vez compleja, del hombre autónomo con derechos inalienables, es siempre contestada. ¿Desde dónde? Con pertinaz insistencia, desde su interior. En su propio ámbito surgen de continuo propuestas de desarme ideológico. Ese instinto de suicidio es constante, prolongado en el tiempo, asumido por sus supuestas élites intelectuales como una segunda naturaleza. ¡No se abandona una ilusión, menos aún una fobia! El capitalismo es el enemigo. Sobre tal cuestión ni se puede ni se debe ceder, ni bajar la guardia. Ben Laden es un heredero de este talibanismo antioccidental. Antes de los talibanes, contemporáneos suyos...hubo y hay otros muchos...en Occidente. No son originales.

El antioccidentalismo es la norma de los docentes occidentales. La marea nunca remite, se retroalimenta. Como en la vida, no hubo fracaso, sino experiencia, pues las ideas no se experimentaron con suficiente pureza, no se puso la necesaria determinación, se trastocaron los principios. No falló la idea sino la praxis, incluso cuando aquella se pretendiera emanación científica de ésta.

La postmodernidad es paradigmática del instinto suicida de Occidente. Fracasado el marxismo con sus dogmas historicistas y sus verdades absolutas, la noción de verdad queda proscrita, con ella son declaradas antigüallas las nociones de bien y de mal, incluso la misma estética pues todo vale igual, la bota de un artesano que un drama de Shakespeare. Derrumbados los juicios morales totalitarios, todo criterio ético es una impostura. ¿Todos? No, menos la condena por sistema del capitalismo, aburrido en cualquier caso al lado de las alegrías totalitarias.

Los valores occidentales no fueron reafirmados tras la caída del Muro, sino cuestionados por sistema. Se ha hecho crecer el resentimiento y la conspiración contra ellos, hasta poner en duda la existencia de la civilización occidental, considerada como amalgama de groseros pecados pretéritos para anestesiarla y sepultarla bajo un abrumador complejo de culpa. De esa manera, el atentado contra las Torres Gemelas llega a ser entendible, no disculpable, aunque la inteligibilidad no se aleja de la justificación. ¡Los integristas son, a la postre, meras víctimas ejecutando un castigo merecido! “Los extremistas –dijo el escritor Javier Ortiz– no son la causa, sino el efecto de una situación marcada por gravísimas frustraciones, injusticias y desequilibrios, a bastantes de los cuales –dicho sea nada de paso– vienen contribuyendo los gobernantes norteamericanos desde hace décadas”. “Motivos les hemos dado para su nefasta cruzada”, concluyó Javier Reverte.

La mañana del 11 de septiembre había pensamientos casi tan sombríos como los de los suicidas ¡en la Universidad de Nueva York!. Esa mañana Eduardo Subirats “pensaba en las agresivas decisiones globales adoptadas en la breve historia de la Administración Bush. La negativa a reconocer las catastróficas consecuencias del calentamiento global y los millones de vidas humanas que a corto y medio plazo serán afectadas por la destrucción ambiental en vastas extensiones del planeta; el proyecto de desarrollo de nuevas tecnologías de guerra nuclear en las estrellas, mediáticamente empaquetado como estrategia de defensa antibalística; la voluntad de romper acuerdos de desarme global y de renovar las amenazas de holocausto nuclear; el acoso militar y la criminalización mediática de las manifestaciones pacificistas y ecologistas de Seattle a Génova; el rechazo tajante de las resoluciones de Durban contra el colonialismo y la esclavitud, la militarización de los conflictos étnicos y económicos a escala global, la intolerancia religiosa y las agresiones ecológicas y sociales del capital corporativo en el Tercer Mundo”. La retahíla parece un ejercicio de oposiciones a ideólogo de Ben Laden. El enemigo no era el terrorismo sino los Estados Unidos y Bush, ¡para un profesor de la Universidad de Nueva York escribiendo bajo la impresión del atentado! “La atrocidad del ataque terrorista a Manhattan me despertó de mis cuitas”. Los interrogantes del docente, con toda lógica, son una atormentada exhibición de complejo de culpa: “¿Por qué nosotros? ¿Lo merecía Nueva York? ¿Es culpable EEUU? ¿Quiénes somos? ¿Y quiénes son nuestros enemigos?”.

Mientras, por miles, por millones arriesgan su vida ¡para llegar a Occidente, para recalar en sus costas, como si fuera el paraíso! Huyen de Cuba, de los países del Este, de las naciones latinoamericanas, del Magreb, de Afganistán, de los países árabes sin excepción. ¡De los fracasos económicos de utopías, socialismos, colectivismos, estatismos! ¡De todo cuanto ofrecen los antioccidentales como solución! Occidente es el punto de llegada, no de partida. Pero se ha trastocado tanto el sentido común que la culpa –siempre ese concepto moral invadiéndolo todo– no recae sobre las tiranías fracasadas sino sobre las democracias triunfantes y acogedoras. ¡De la pobreza de los pueblos tiene la culpa Occidente! ¿Por qué? ¿En que extraño esoterismo se basa tal estupidez? El talibanismo antioccidental, anticapitalista es irreductible al desaliento. La fórmula es bien sencilla; pues el capitalismo es el mal, es culpable de todo cuanto de malo sucede en el mundo.

El pensamiento único es el antioccidentalismo.

Pinche aquí para leer 3. El intento de suicidio intelectual de Occidente

Pinche aquí para leer 2. La trágica chapuza

Pinche aquí para leer 1. El fracaso previo

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