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EDITORIAL

Brasil: habrá segunda vuelta

Luis Inacio Lula da Silva, cofundador junto con Castro del Foro de Sao Paulo, la nueva organización del comunismo internacional surgida de las ruinas del muro de Berlín, se ha quedado a tres puntos de la mayoría absoluta que le hubiera permitido asumir la presidencia de Brasil sin necesidad de celebrar una segunda vuelta. Es la cuarta vez que el líder del Partido de los Trabajadores de Brasil, fundado por él mismo en 1980, se presenta a unas elecciones presidenciales, y disputará la presidencia en la segunda vuelta con el candidato oficialista José Serra, que obtuvo el 24% de los sufragios, el próximo día 27.

Han tenido que reunirse dos condiciones para que Lula obtenga casi con toda seguridad en la segunda vuelta la presidencia de Brasil. La primera es el fracaso del llamado “modelo neoliberal”, del que en Brasil, como en Argentina, sólo se aplicaron los aspectos más llamativos y cautivadores a corto plazo, como la paridad fija con el dólar y las privatizaciones de empresas públicas, sin prestar atención al equilibrio presupuestario y a la corresponsabilidad fiscal de los estados que componen Brasil, que, como en Argentina, van más o menos por libre en este terreno. El resultado lógico fue la incapacidad para pagar la deuda externa, agravada aún más a raíz de la devaluación del real, otra de las consecuencias de los abultados déficit públicos, la paralización del flujo de inversiones extranjeras que hizo crecer a Brasil en torno al 6% anual a principios de los noventa y, por consiguiente, el estancamiento de su economía.

La segunda condición ha sido el forzado y aparente aggiornamento de Lula, que ha tenido que limar de cara a la galería su feroz anticapitalismo procastrista, ante la perspectiva de perder una vez más las elecciones, de provocar la desbandada de los inversores y de perder los 30.000 millones de dólares de rescate financiero prometidos por el FMI, necesarios para reconducir las maltrechas finanzas públicas, evitar el hundimiento del real y conjurar el fantasma de la hiperinflación, otro viejo conocido de los brasileños.

Sin embargo, el programa del probable futuro presidente de Brasil, aparte de prometer ayudas a las clases más desfavorecidas y tierras a los campesinos –medidas que incrementarán aún más el déficit y el endeudamiento–, carece de propuestas concretas para atraer inversiones extranjeras y favorecer la creación de riqueza. Contrariamente a lo que muchos piensan, Brasil necesita urgentemente, tanto como Argentina, aplicar recetas auténticamente “neoliberales”, comenzando por una profunda reforma fiscal que permita lograr el equilibrio presupuestario. Asimismo, es preciso crear un marco favorable y estable para atraer los capitales necesarios para financiar el desarrollo de uno de los países más vastos y prometedores del mundo. No es probable que Lula, si sigue los consejos de los miembros del Foro de Sao Paulo, especialistas en crear miseria, esté dispuesto a aplicar recetas ortodoxas. En el mejor de los casos, Brasil habrá perdido otros cuatro años.

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