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Violetas imperiales

“Irak: Chirac obliga a Bush a retroceder”, titulaba Le Monde, del sábado 19. Si no me extraña nada que la prensa gala, de izquierdas o derechas, manifieste una vez más su “obsesión antiamericana”, inteligentemente criticada por Jean-François Revel, me divierten los términos deportivos empleados para aplaudir a Chirac, en su combate pugilístico contra Bush. El dichoso “culto a la personalidad”, heredado del totalitarismo, y remozado por el star-system de la televisión, reduce la política y la Historia, a un ring de boxeo, a una pelea de campeones. Pero en el boxeo de verdad, Chirac, peso mosca, no podría competir con Bush, peso pesado. Porque Francia, al tener ejército ni petróleo, sólo puede hacer discursos y tomar posturas supuestamente nobles. Cuando no se puede hacer la guerra, más vale hablar de paz, y esto funciona en la opinión pública, que de todas formas no quiere líos.

No será la prensa francesa, la que nos diga que Chirac, siguiendo a Schröder, se opone a la guerra contra Irak, ni siquiera que las opiniones de Moscú, y hasta de Pekín, pesan más en Washington que las de París. Además, Francia (y Chirac, personalmente) tiene una vieja historia de amor con Irak, lo cual, en tiempos, enfureció a Irán. Se ha olvidado que fue Francia quien proporcionó el uranio necesario a Irak para construir armas nucleares. Y todavía más olvidado que fueron dos aviones israelíes los que destruyeron el centro donde se construían esas armas de destrucción masiva. Como Francia no tiene petróleo y que lo esencial proviene de los países árabes del Golfo, incluyendo a Irak, (lo del embargo es una broma pesada), no puede, ni quiere, tener conflictos con los países árabes grandes productores de petróleo. Ha intentado, a lo bestia, diversificar sus fuentes, en África, tuvo una reacción sana, pero insuficiente, tras la primera crisis petrolera, aumentando la producción eléctrica de origen nuclear, pero eso no basta, y sigue en gran medida dependiendo de los países árabes, quienes, en muchas ocasiones, le dictan su política internacional.

En cuanto al ejército, hay que reconocer que es la primera vez que un gobierno francés, desde hace decenios, se da cuenta de que no lo tiene. Así se explica el aumento de gastos presupuestarios, con los de seguridad y otros, que han creado el actual conflicto europeo en torno al déficit. Chirac, ufano, como si hubiera triunfado, sin combatir, sobre Bush, ha presidido la ritual Conferencia sobre Francofonía, en Beirut, capital siria del Líbano. Hablar de “francofonía”, nostalgia imperial, con ensoñaciones sobre si el francés puede convertirse en espada de prestigio y reconquista, cuando en las escuelas y Universidades francesas su lengua se pisotea a diario, resulta bastante patético. Como en España, la enseñanza en Francia, y no sólo de la lengua, es una catástrofe, y hace más de cuarenta años que cada nuevo ministro de Educación presenta nuevos proyectos de reformas (buenos o malos) que sistemáticamente se estrellan contra los baluartes del corporativismo sindical. Han vuelto a manifestarse estos días, pero en absoluto para exigir una mejor enseñanza, sino por motivos “sociales”, o sea políticos, afín que nadie se atreva a tocar sus privilegios, sus pensiones, sus vacaciones, sus salarios y, sobre todo, demostrar su peso político de izquierdas, en el país.

Mientras tanto, en Córcega han explotado 16 bombas la misma noche contra edificios representativos de la presencia “colonial” del estado francés, pero también contra casas de forasteros, de sangre impura. No pasa nada, declaró el ministro de Interior. Y si pasa, no importa.

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