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Genéticamente bárbaros

Ante el asalto, tan bestial como indispensable contra los terroristas en Moscú, la prensa francesa ha reaccionado con indignación, aunque algunos medios maticen, insistiendo en el peligro real de voladura del teatro con sus rehenes, por parte de los terroristas, que ya habían dinamitado varios edificios en Moscú. Pero el que se llevó el pirulí fue el portavoz de la izquierda, Libération, que nos explica que los rusos no tienen el mismo respeto a la persona humana que se siente en Occidente. Serían genéticamente bárbaros, y eso ya en tiempo del zarismo, y con los bolcheviques no hablemos, recuerdan las matanzas masivas del totalitarismo y el gulag, y ahora con Putin, pues lo mismo.

Ésta absurda xenofobia antirusa (¡pobre Chejov!) se olvida de que un país tan civilizado como Alemania parió el nazismo, que tampoco fue moco de pavo en cuanto a crueldad y genocidios. Lo mismo con China comunista, Camboya o Corea del Norte, pongamos. Y la propia Francia, la dulce Francia, que tan eficazmente ayudó a la represión nazi contra los judíos, pero no únicamente, durante la guerra mundial y en su propio suelo. O las barbaridades cometidas por su ejército durante las guerras coloniales, que dieron al comienzo y fin de su Imperio aspectos sangrientos.

El propio general Massu, que acaba de morir, reconoció, ya entrado en años y jubilado, que la tortura que habían practicado en Argelia no sólo fue inhumana, sino ineficaz. Curioso personaje, este general, se le odió por su participación en el fanatismo de los partidarios de “Argelia francesa”, pero lo fue mientras lo era de Gaulle, luego evolucionó, como éste, no como Salan y otros oficiales, o políticos, que se lanzaron a la aventura terrorista de la OAS. También fue uno de los primero (y pocos) oficiales franceses que se sublevaron contra Vichy y sus amos nazis, y eso en Agosto de 1940, y no en 1944, como tantos. Cuando, ante la sublevación juvenil de 1968, de Gaulle perdió los estribos, se fue, secretamente, a consultarle a Alemania, porque Massu era el jefe de las fuerzas de ocupación francesas (aún las había) y le preguntó: “¿Qué hago, doy orden de disparar contra los insurrectos, o dimito?” Massu respondió: “Ni lo uno, ni lo otro, mi general”.

Curiosamente, los medios de izquierda galos, o sea casi todos, parecen apabullados ante la victoria anunciada de Lula en Brasil. No se nota el menor entusiasmo. Con un realismo inhabitual, casi todos insisten en los graves problemas del país y se preguntan si las nuevas autoridades serán capaces de resolverlos. Como yo, sólo que soy más pesimista, al no sentirme obligado a hacer propaganda.

En nombre de la unidad del partido, el PS está cada vez más dividido. La semana pasada, tres elefantes, ex primeros ministros de Mitterand, Fabius, Mauroy y Rocard, publicaban en Le Monde un manifiesto para hacerse, también ellos, con el partido, en el que declaraban que en las circunstancias actuales, la batalla no podía ganarse nacionalmente, y exigían, como si tal cosa, la victoria socialista europea. Pero su texto, y algo me extraña, está repleto de tópicos sociatas antiliberales, y hasta una referencia airada en relación a Kioto, como si uno de los suyos, el ex ministro de Educación, Claude Allègre, no hubiera públicamente afirmado varias veces que desde el punto de vista científico, dichos acuerdos constituían una imbecilidad total. Ni en eso se ponen de acuerdo.

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