En el fútbol hay mucho de escenificación, de teatro. El "mono" Burgos sabe muy bien a qué me estoy refiriendo, aunque en el caso del portero del Atlético de Madrid (the garb) su teatralidad debe ser una cuestión genética. Algunos jugadores llevan su narcisismo hasta el último extremo, y ahí está por ejemplo el caso de Santiago Cañizares; cualquiera podría pensar que el ego del portero del Valencia estaría ya colmado con la Liga, pero no. Santi se tiñe el pelo de rubio y se pinta de negro las uñas de los pies yendo más lejos, un pasito más allá, porque para él no es suficiente con el fútbol. Los extremos de la escenificación se tocan.
Recuerdo, por ejemplo, aquel día que Michel se sustituyó a sí mismo, harto de las continuas críticas de sus propios aficionados. Michel era el "ángel negro" del Bernabéu, y Butragueño el yerno ideal de ojitos azules y ricitos de oro. Otro que dijo "¡basta!" fue Maradona. En el transcurso del Mundial italiano, el "pibe", jugador por aquel entonces del Nápoles, no pudo aguantar los silbidos hacia el himno de Argentina... "¡Hijos de puta!", repetía, banderín en mano, esperando a que subiera el telón y empezara la batalla.
Moré, técnico del Valladolid, nos ha ofrecido en sólo una semana dos gestos profundamente teatrales. Tras las amargas quejas de José Luis Pérez Caminero ante su suplencia ("ya no sé lo que tengo que hacer para jugar"), Pepe miró fijamente a la cámara y respondió: "que me diga él a quien tengo que quitar, que me dé el nombre del compañero a quien quiere sustituir".
Le dejó planchado, y de haber estado yo en la platea de Zorrilla habría pedido un par de "bis". El pasado sábado, sin embargo, el mismo Moré, que había estado a la altura de sir Laurence Olivier, resbaló metiendo una "morcilla" en el partido que le enfrentó al Mallorca. El público la tomó con Ricchetti, y él no vio mejor ocasión para cambiarle que cuando arreciaban los insultos. Moré no tuvo conciencia del inmenso teatro en el que se encontraba, y Bizzarri –ignorante de que la tele está en todos sitios– le llamó "hijo de las cuatro letras", ante la anuencia del propio Caminero.
El día de todos los santos, Luis Aragonés, de quien todavía se recuerdan sus dos obras de teatro ("Míreme usted a los ojitos", con Romario, y "Agarrado de la pechera", con Eto'o) le dio un palito al Real Madrid tras una magnífica puesta en escena. "Incluso los equipos galácticos lo van a pasar mal", dijo... Dejó que se levantaran todos los periodistas tras el "¿no hay más preguntas?", y, a punto de marcharse, dijo: "El equipo galáctico no es el que vosotros creéis; el equipo galáctico es el Valencia". Su gesto le pasará factura a Pepe Moré, si no al tiempo. Liderados por el primer actor, Caminero (to be or not to be), al entrenador del Valladolid se le pueden complicar las cosas; no hay peor cosa que hacerle un feo a un primer actor en franca retirada. Moré no supo cuándo bajarle el telón a Ricchetti, y ya se sabe que los argentinos eso lo tienen muy en cuenta. El entrenador fue muy inoportuno, y eso le puede causar más de un disgusto con su plantilla.
"Ser o no ser, esa es la cuestión". También en el deporte.

Esa es la cuestión
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