Si bien la sentencia del juicio contra Microsoft tendrá pocas consecuencias para los consumidores a estas alturas, es más que razonable pensar que ha afectado seriamente a la estrategia de la compañía de Redmond. Siempre se ha comentado, por ejemplo, que Bill Gates aportó personalmente el dinero necesario para reflotar a Apple para no tener que afrontar consecuencias más duras ante los tribunales. Aún cuando en este caso se debieran a incompetencias ajenas más que a posibles culpas propias.
El impacto que supuso el gran éxito de Internet entre los usuarios de ordenadores a partir del 95, ha cambiado la importancia que otorgamos al sistema operativo. Poco a poco, éste se va convirtiendo en una parte que necesitamos para arrancar el navegador. Por eso el dominio de Microsoft estuvo en un grave peligro cuando Netscape poseía el completo dominio del mercado de los navegadores y se vio obligada a crear e incluir en Windows 98 un navegador que pudiera competir con él.
Obtuvieron, sin duda, un gran éxito. Ahora mismo, en ambos mercados se sufre de la misma inercia. Ya no es suficiente crear un gran sistema operativo ni un gran navegador, que puedan superar a los productos de Microsoft. Hay que crear algo realmente novedoso y atractivo que pueda convencer a la gran masa de usuarios que no se mueven fácilmente. Esto no sucede en el otro gran mercado de la informática, el empresarial, donde distintos competidores luchan en cierta igualdad. En el mercado de la informática de consumo, el coste de aprendizaje de los usuarios es una barrera importante, y es difícil sacar un producto que pueda mover al cambio a un porcentaje importante.
En estos momentos, resulta difícil separar Internet de Windows, por el simple hecho de que la práctica totalidad de las páginas están diseñadas pensando sólo en el Internet Explorer, el navegador mayoritario, no pudiéndose contemplar muchas de ellas correctamente con navegadores distintos. Esto podría ayudar a mantener la posición de dominio de la compañía, si no cometiera errores tontos, hasta la próxima revolución tecnológica, sea la que sea.
Y, sin embargo, Microsoft se ha desmarcado creando la brecha que podría romper ese dominio: la plataforma .NET. Esta iniciativa comprende varias áreas. Una de ellas supone copiar la idea de Java que permite escribir un programa y ejecutarlo en cualquier ordenador y sistema operativo. Si Microsoft se lo toma en serio como parece que lo está haciendo, las nuevas versiones de sus aplicaciones irán aprovechando esta tecnología, lo que posibilitaría su ejecución en, por ejemplo, Linux, gracias a iniciativas como el proyecto Mono. Eso reduciría la dependencia del usuario del sistema operativo y mejoraría las posibilidades de una competencia real.
Seguramente, la principal razón en la aparición de .NET haya sido el éxito de Sun en el mundo empresarial con su plataforma Java. Pero también cabe la posibilidad de que en Microsoft hayan pensado que quizá no les van a dejar mantener su dominio sobre el mercado de los sistemas operativos de consumo eternamente. Si .NET funciona, será difícil convencer a ningún juez de la maldad de la compañía de Bill Gates.
Daniel Rodríguez Herrera es editor de Programación en castellano.
En Tecnociencia
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