En nuestro nuevo barrio, bien provisto de comercios, ultramarinos y mercados, asistimos el domingo por la mañana a una movilización de militantes socialistas para preparar la “gran jornada” de lucha del martes 26, en defensa de los servicios públicos, o sea de los privilegios de los funcionarios. En uno de esos mercados al aire libre, mi mujer se topó con unos militantes socialistas que distribuían octavillas movilizadoras, y se exclamó: “¡Caramba! Tan jóvenes y ya funcionarios!” Quedaron mudos de asombro. Cuando me lo contó Nina, recordé ese dibujo de Chumi Chumez, allá por los años 55, en el que se veía a dos ancianas contemplando una cuna, y una decía: “¡Qué espabilado! ¡Tiene sólo dos meses y ya está muerto!. Cito de memoria. No estoy diciendo que los funcionarios hayan muerto, ni que los servicios públicos vayan a ser privatizados todos y en seguida, sólo digo que su “jornada nacional de lucha en defensa de los servicios públicos y de las pensiones de los funcionarios”, fue un fracaso.
Ya pueden las/los corresponsales de la prensa española fingir su entusiasmo. Ni la prensa gala, ni yo, viejo parisino, estamos de acuerdo, fue un fracaso. Todo es relativo, desde luego, pero 30.000 manifestantes según la Prefectura, 70.000 según los sindicatos, no es nada, si se compara a otras manifestaciones de misma índole. Puede que el objetivo implícito, detrás de las reivindicaciones corporativistas o sea la voluntad de joder al gobierno de derechas, según el tan arraigado principio de que si la izquierda pierde en las urnas tiene que ganar en la calle, no haya resultado muy movilizador. El Gobierno tiene seis meses de existencia y aún no ha tomado (desgraciadamente) ninguna medida francamente impopular para los funcionarios, las “masas” están, pues, en un compás de espera. Y, por ejemplo, la ritual huelga de camioneros ha abortado en seguida. Por lo tanto, resulta evidente, que el peor enemigo del gobierno Raffarin es su propia timidez para entablar las reformas anunciadas.
La glorieta Denfer-Rochereau, punto de partida de la “gran manifestación nacional”, tenía, el martes por la mañana, aspecto de romería, no se freían churros sino merguez, los altavoces difundían música “pop” y una videnta en su caseta anunciaba mil maravillas y felices amoríos. Los ferroviarios iban a constituir el grueso de la tropa, hasta Le Figaro anunciaba que serían 50.000; no lo fueron y los trenes funcionaron. Lo único que paró de verdad fueron los vuelos y los aeropuertos, pero cien controladores huelguistas pueden paralizar el tráfico aéreo. En Francia, todo el mundo se cree que las ventajas que tienen los ferroviarios en cuanto a salarios, horarios, pensiones, etc se las deben al Frente Popular o a los Gobiernos de la Liberación, en 1945-46. No es cierto, fue mucho antes. Por los años veinte, con la imponente expansión del ferrocarril, las Compañías necesitaban contratar y ofrecían dichas ventajas a los trabajadores para atraerles a ese nuevo oficio, en vez de ir a la minería, o la metalurgia, pongamos, oficios también duros y relativamente bien pagados. La operación-seducción de estas compañías dio buenos resultados y la expansión del ferrocarril y su eficacia fueron consolidados. ¿Será menester precisar que se trataba de compañías privadas?

No pasa nada
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