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EDITORIAL

Prestige: BNG, el gran beneficiado

Salvo las ya tradicionales carencias del PP en el ámbito informativo, puede decirse que la gestión del Gobierno y de la Xunta de Galicia en lo relativo a la crisis del Prestige, sin ser brillante, ha sido correcta en términos generales. El mal tiempo ha impedido trabajar la mayoría de los días a los barcos de limpieza de petróleo, y el temporal con vientos del norte y del noroeste, que apenas ha cesado desde que el petrolero comenzara a verter fuel, además de acercar rápidamente el chapapote hacia las costas gallegas, ha vuelto ineficaces las barreras de contención de petróleo, que, pese a las justificadas críticas acerca de su escasez, sólo son útiles en aguas tranquilas. Las ayudas a los damnificados han sido aprobadas con rapidez (empezarán a cobrar a partir del día 15 de diciembre) y ya han tenido lugar acuerdos con Francia, Portugal e Italia para impedir la navegación de “buques basura” como el Prestige cerca de las costas. Queda, sin embargo, por aclarar el errático rumbo que los remolcadores imprimieron al petrolero siniestrado antes de su hundimiento, el cual, dadas las circunstancias –el temporal y la amenaza de rotura completa del casco– tendría que haber sido desde el primer momento el que garantizase la mayor distancia posible de la costa en el momento del hundimiento, que se produjo menos de 150 millas del cabo de Finisterre después de seis días de navegación y de vertidos.

Es quizá en el capítulo de la coordinación de las labores de limpieza de las costas donde el Gobierno y la Xunta han mostrado mayores carencias. Si bien es cierto que ya se han recogido 2.000 toneladas de fuel en tierra y otras 2.000 en el mar, procedentes de las dos primeras mareas negras, ya están tocando la Costa de la Muerte otras 11.000 toneladas de vertido procedentes del hundimiento, para las que el trabajo de los voluntarios y los medios con los que se les ha dotado pueden revelarse insuficientes. El Gobierno y la Xunta disponen de medios a su alcance para acelerar las labores de recogida de fuel de las playas, y el recurso al Ejército en estos casos no estaría en modo alguno injustificado. Además, la toxicidad del fuel oil –alto contenido en azufre e hidrocarburos aromáticos (cancerígenos)–, requeriría mayores medidas de seguridad y protección para quienes lo están recogiendo de las playas, que se quejan de falta de coordinación, de información y de medios. Y otra circunstancia a destacar es que en uno de los países desarrollados con más kilómetros de costa (3.500), no existan barcos de limpieza disponibles, que han tenido que venir de Francia, Holanda, Alemania, Bélgica, Noruega y el Reino Unido, una carencia que hace tiempo debiera haberse resuelto, sobre todo cuando todavía no hace diez años de la catástrofe del Mar Egeo.

Pero, sin duda, el peor aspecto de la crisis del Prestige –aparte de la catástrofe económica y ecológica– ha sido su utilización política con fines electorales. PSOE, BNG e IU, con la cadena Ser a la batuta, se han lanzado a una campaña de demagogia y desprestigio contra el Gobierno y de la Xunta, que nada tiene que ver con críticas constructivas o exigencias de responsabilidades sobre bases racionales, especialmente necesarias en estos casos. Y lo grave es que el PP no ha sabido responder con otros argumentos que no fueran la mera devolución de las invectivas. Ha tenido que ser el Rey quien advierta, tanto al PP como al PSOE, que no es momento de “salir en la foto” o de buscar desgastes políticos, sino de aunar esfuerzos para que Galicia se recupere lo antes posible del desastre.

Y es en este río revuelto donde los nacionalistas del BNG hacen su agosto electoral. En la manifestación del domingo, convocada por ellos a través de la Plataforma “Nunca Máis”, se reunieron más de 150.000 personas que abuchearon a Manuel Fraga, el presidente de la Xunta, y a José Luis Rodríguez Zapatero –quien fue recibido a huevazos– y pudieron oírse gritos como “españoles fuera de Galicia”. Sería una grave muestra de irresponsabilidad política, sobre todo por parte del PSOE –que en las anteriores elecciones autonómicas contaba con los votos del BNG para desalojar a Fraga– dar alas a una formación política que copia actitudes y discursos del nacionalismo vasco menos moderado y que intenta nutrirse con el voto del descontento y la indignación por lo ocurrido con el Prestige.

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