Las palabras recientes del presidente del Banco Central Europeo, Wim Duisenberg, dejan lugar a muy pocas dudas. Según Duisenberg, la inflación en la zona del euro está remitiendo pero persiste el riesgo de que el crecimiento económico siga a la baja. Tras este análisis, hecho en su comparecencia el miércoles ante el pleno del Parlamento Europeo, al ‘holandés errante’ sólo le faltó añadir la fecha y la cuantía del recorte de tipos de interés que se avecina. ¿Por qué motivo?
Es cierto que la inflación parece que empieza a remitir y ya se encuentra muy próxima al objetivo del 2% establecido por el BCE para el conjunto de la zona del euro. También es verdad que el aumento de la masa monetaria, el principal indicador que sigue el banco para saber si se avecinan o no tensiones inflacionistas, está desacelerándose. Pero igual de cierto es que el precio oficial del dinero en la unión monetaria, situado en el 3,25%, es bajo y no perjudica en sí mismo al crecimiento económico. Entonces, ¿por qué tocar los tipos?
En principio se podría pensar que la decisión que probablemente tomará Duisenberg en breve viene condicionada por la necesidad de estimular el crecimiento económico en la zona del euro, especialmente para que Alemania salga de la situación de estancamiento en que se encuentra actualmente. Pero si este es el origen real de semejante medida, sus efectos serían muy reducidos. Tan sólo se notarían en una depreciación del euro frente al dólar, como consecuencia de la reducción del diferencial de tipos con Estados Unidos, que ayudaría algo a la recuperación de las exportaciones. Sin embargo, la relajación de la política monetaria no se traduciría en aumentos de la inversión y el consumo porque éstos dependen de las expectativa de los empresarios y los hogares y las de los primeros no están como para alegrías inversoras y las de los segundos no invitan precisamente a gastar con generosidad. Esto lo saben hasta en el BCE.
Entonces, ¿qué pasa? Lo que sucede realmente es que la economía alemana, tanto las empresas como las familias, está muy cargada de deudas que pesan como losas sobre ellas y les están llevando al impago de las cuotas mensuales de los créditos. Esa morosidad es un peligro para una banca cuyo estado de salud es muy delicado, como prueban las quiebras de entidades crediticias producidas a lo largo de este año, y que se agravaría si la morosidad va a más, con lo que supondría de duro golpe para la economía alemana.
El BCE tiene puesta la vista en esta cuestión. Si recorta tipos, alivia la carga de la deuda y reduce el riesgo de aparición de un proceso de morosidad que haga caer una tras o otra a las entidades bancarias como si de un efecto dominó se tratara. Lo malo es que la terapia monetaria puede dar lugar a más problemas de los que resuelve, sobre todo si origina en los próximos meses un proceso inflacionista que tendría que atajar con subidas de tipos justo cuando Alemania estuviese consolidando su posible reactivación económica. Duisenberg debería tenerlo en cuenta antes de tomar una decisión definitiva al respecto.

Un socorro para Alemania

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