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Andrés Freire

¡Viva la catástrofe!

Nada más concluir los penosos incidentes en Vigo, durante los cuales grupos radicales arrojaron tomates al Príncipe, el alcalde de la ciudad, el nacionalista Lois Pérez Castrillo, justificó los hechos por “la crispación social que generaba la falta de dimisiones”. Curiosamente, los que estuvimos allí aquella tarde pudimos observar que no había ninguna crispación entre los que lanzaban los tomates. Es más, se les notaba felices. ¿Cómo no iban a estarlo? Son catastrofistas, necesitan de la catástrofe para crecer. Es por eso que se movilizaron aquel día todos los radicales de rigor y observancia: independentistas del AMI, los incipientes grupos republicanos y determinados miembros del sindicato nacionalista CIG, organización política, por cierto, bastante más peligrosa que el Bloque.

Y es que es costumbre, tras toda catástrofe, que haya gente que se arroje sobre los despojos. Los más raudos fueron los del BNG, partido que se crece en la oposición (y se muestra inútil en el poder). De ellos partió la idea del Nunca Máis, para lo cual se valieron de sectores afines, que organizaron la exitosa manifestación de Santiago. Precisamente, el lema de esta manifestación (Exigimos responsables y dimisiones) nos indica el espíritu que animó a la gente a participar. Observen que no solicitaron “la dimisión de los responsables”, sino simplemente que hubiera alguien a quien se pudiera responsabilizar. Alguien cuya decapitación, al modo de los rituales antiguos, sirviera para exorcizar la ira de las masas.

Los grupos independentistas también tienen su particular festín. Para ellos, que nunca han caído en la funesta manía de pensar, la culpa de todo la tiene España, que como de costumbre maltrata o noso mar. Los estudiantes de secundaria y universitarios, para quienes una huelga es siempre una fiesta, tampoco permanecen parados, y consideran su obligación de jóvenes idealistas la de protagonizar enfrentamientos con las fuerzas del orden. Sin embargo, en mi opinión, la más repulsiva de todas estas movilizaciones ha sido la de los colegios. En hora lectiva, portando pancartas realizadas sin duda también en hora lectiva, muchos niños gallegos salieron a la calle a exigir dimisiones. Algo tendrá que ver con este hecho, el que la CIG sea el sindicato mayoritario en la enseñanza gallega.

Así afronta Galicia el futuro. Los niños se dedican a jugar a la política. Los estudiantes hace bastantes días que no estudian. Los demagogos encuentran oídos atentos. Los responsables políticos están enclaustrados. Convendrán conmigo que con este espíritu no se sale de la crisis.

Y esta crisis se puede afrontar de distintos modos. Hemos visto un ejemplo durante la visita del Príncipe a Galicia: Mientras el alcalde de La Coruña, Paco Vázquez, aprovechaba la ocasión para conseguir de las autoridades un compromiso para construir un nuevo muelle en su ciudad, el alcalde de Vigo, comprensivo con quien saboteaba la visita, le presentaba al Príncipe un cuaderno de quejas.... Sin comentarios.

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