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Germán Yanke

Una desvergüenza

La suerte no está del lado de los buenos, está visto. Jaime Mayor Oreja se retrasó y, al constatar su ausencia y la de otros parlamentarios de Batasuna, el PNV renunció a la defensa de los Presupuestos y adelantó la votación. Más mala suerte: el popular Carmelo Barrio se equivocó al votar.

Aún más mala suerte: Idoia Mendia, la parlamentaria socialista que sustituyó a Nicolás Redondo, tiene un embarazo complicado y no asistió a la sesión. Resultado: el Gobierno vasco sacó adelante sus Presupuestos. Lamentable.

Es lamentable que por una triquiñuela de esta naturaleza y las circunstancias descritas, el PNV y sus aliados cuenten con unos malos Presupuestos que padecerán los ciudadanos vascos. Malos e injustos, elaborados para sus particulares y minoritarios intereses y para abonar su proyecto "soberanista" excluyente y etnicista. Mayor Oreja, consciente de ello, ha pedido disculpas públicamente y el gesto le honra.

Hasta aquí lo lamentable, porque la reacción de Jesús Caldera arremetiendo contra Mayor Oreja está fuera de toda lógica. Ya no estamos en el territorio de lo lamentable, sino, sencillamente, en el de lo despreciable. Caldera no tiene ni la inteligencia necesaria para ser un malvado ingenioso e irónico y va dando trompadas vergonzosas por la vida. La reacción del viernes –acusando con indignidad a su adversario político de hacer dejación de sus responsabilidades y de anteponer sus aspiraciones sucesorias en el PP que al trabajo por el País vasco– es una bajeza que espero sea rectificada por alguien con más sentido común y honestidad en el PSOE.

Mientras Caldera hace monerías, mientras manipula documentos, mientras hace el ridículo, Mayor Oreja se juega y se ha jugado la vida por defender las libertades en el País Vasco. Mientras Caldera culiparlamentaba o era concejal de su pueblo en plena euforia de los GAL, Mayor Oreja mostraba a los ciudadanos el único camino legal y ético para luchar contra la violencia y contra el nacionalismo excluyente. La bajeza de Caldera subraya ahora su desvergüenza y, a pesar de su error, engrandece la altura moral de Mayor Oreja.

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