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Federico Jiménez Losantos

¿Jiménez de Parga no y el etarra-profesor sí?

Basagoiti, el candidato del PP a la alcaldía de Bilbao, hizo notar hace unos días que los mismos nacionalistas que critican que Aznar vaya en su lista electoral, no han dicho una palabra contra la presencia en otra lista electoral de Josu Ternera, prófugo de la justicia por su actividad en el terrorismo nacionalista. Exactamente igual y por las mismas razones asistimos a una operación de un cinismo repugnante, que es la campaña de los nacionalistas contra Jiménez de Parga mientras guardan un discretísimo y elegante silencio sobre la participación de etarras en las oposiciones para profesores de la Universidad del País Vasco, que tratándose del encargado de las finanzas de la banda terrorista ha sido recibido en el Alma Mater como adecuadísimo profesor de Economía Aplicada. Aplicada al crimen, pero aplicadísima, qué duda cabe. Y sin candidatos alternativos, a ver quién se atreve. Una prueba más de la naturaleza corrompida y corruptora de las instituciones que controla el PNV y que tanto favorecen a ETA.

Naturalmente, ni Ibarreche ni Mas van a criticar este episodio del etarra Garmendia, que, si les obligan a manifestarse, entenderán como el respeto a las garantías legales que el régimen constitucional español ha establecido, aunque, por supuesto, ellos no reconozcan esa legalidad salvo a la hora de cobrar ni esas garantías salvo para atacarlas. Pero en el fondo estamos ante el mismo episodio del linchamiento político-mediático de Jiménez de Parga: los enemigos de la Constitución deciden quién es digno de defenderla. Los separatistas se consideran legitimados para decir quién es digno o no de luchar contra el separatismo. El resultado es el previsible: Jiménez de Parga no debe seguir donde está. El etarra, en cambio, está muy bien donde ha llegado.

La cosa no sería tan grave si esta doble vara de medir del nacionalismo no fuera compartida por casi todo el PSOE y buena parte del PP. Basagoiti y Mayor Oreja deberían explicar a Rato y a Piqué, por ejemplo, lo que significa la campaña contra Jiménez de Parga. Aunque probablemente ya lo saben y por eso mismo la secundan. El PP está cada vez más cerca de la disyuntiva de Zapatero: o defender a la intemperie la nación española y su Constitución política o unirse a sus enemigos para llegar a la Moncloa, que es la opción de González y Polanko. Zapatero no dudó demasiado en uncirse a ese yugo. El PP ya está instalado en la duda. Y los ciudadanos empiezan a verlo con claridad diamantina. Jiménez de Parga se ha convertido en un test político que revela a los que están con la Constitución y los que están por la Demolición. En el partido de Aznar, que es también el de Rato, y de Ana Botella, crece el bando demolicionista, que se caracteriza por atacar o no defender al presidente del Constitucional. Nunca un símbolo fue tan simbólico. Nunca el PP dio tal impresión de fragilidad política. A pesar de los grandes gestos y de los formidables basagoitis.

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