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EDITORIAL

Aunque innecesarias, bienvenidas las pruebas

No puede decirse a estas alturas que los motivos de los líderes políticos que se oponen a la reanudación de hostilidades contra el régimen de Sadam Husein se apoyen en dudas fundadas y razonables sobre la “inocencia” del dictador iraquí. Sadam ha dado pruebas más que suficientes de sus afanes expansionistas en Oriente Medio –la guerra contra Irán, la anexión de Kuwait y la financiación del terrorismo palestino– a los que, de ningún modo, ha renunciado. Y para llevarlos a cabo, así como para mantenerse en el poder, necesita armas de destrucción masiva que dobleguen mediante la muerte y el terror tanto a sus enemigos interiores como a los exteriores; y tal es la razón por la que Sadam Husein expulsó en 1998 a los inspectores de Naciones Unidas y hoy se niega a facilitarles las pruebas de la destrucción de sus misiles, de sus armas químicas y biológicas, y de su programa de armas nucleares.

La mayoría de los que agitan la bandera de la paz y de los buenos sentimientos, fiel a las consignas y atavismos antiamericanos y antioccidentales que circularon durante la guerra fría –algo de esto pudo verse en la bochornosa entrega de los Premios Goya–, tiene como única obsesión poner piedras en el camino de la nación que, con todos sus defectos, más ha contribuido a la defensa de la libertad y de la seguridad en el mundo, aprovechándose de la ignorancia y la buena fe de muchos ciudadanos víctimas de la desinformación que la mayoría de los medios de comunicación –comprometidos con los “valores” de la izquierda– ha vertido sobre la crisis de Irak.

Por ello, para quienes están movidos por el odio y los prejuicios, y no por la razón y el sentido común, por muchas pruebas que se presenten en contra de Sadam y por muchas resoluciones que tenga a bien aprobar el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, nunca se mostrarán favorables a eliminar la constante amenaza para la paz y la seguridad mundial que supone un país con una de las mayores riquezas petrolíferas dedicado a la desestabilización de la zona más conflictiva del mundo y a la financiación y armamento al por mayor del terrorismo internacional. Nostálgicos y huérfanos del poder soviético, los enemigos de Occidente y de EEUU necesitan nuevos iconos criminales y liberticidas para “contrarrestar” al “imperialismo” americano.

Las condiciones del armisticio de la Guerra del Golfo, reforzadas después por la resolución 1441 de la ONU, proveen cobertura legal más que suficiente para reanudar las hostilidades sin necesidad de recurrir a más pruebas o a más resoluciones. Sin embargo, EEUU y sus aliados –entre los que, afortunadamente, se encuentra España– están dispuestos a presentar pruebas concluyentes de la ocultación de armas de destrucción masiva en Irak, así como de las conexiones de Sadam con el terrorismo internacional. E incluso están dispuestos también a promover una nueva resolución de la ONU que autorice expresamente el uso de la fuerza para desarmar al dictador iraquí y expulsarlo del poder.

En España, José María Aznar ha afirmado que todos los gobiernos tienen pruebas de que Sadam oculta armas de destrucción masiva y mantiene relaciones con grupos terroristas. Y ha insistido en que el régimen de Sadam no es, ni mucho menos, una débil y lejana amenaza sino un peligro muy real y cercano, habida cuenta de los más de cuarenta terroristas islámicos detenidos en España desde el 11-S; de los que los integrantes de la última célula desarticulada en Barcelona ya se estaban entrenando en el manejo de armas de destrucción masiva que podría haberles proporcionado Sadam.

Aunque en condiciones normales cabría esperar que la mayoritaria oposición a la guerra –según diversas encuestas, en torno al 65 por ciento– que se da en nuestro país disminuyera sensiblemente una vez que EEUU y sus aliados hagan públicas las pruebas que poseen, esa esperanza puede verse comprometida por la insensata e irresponsable campaña que la mayoría de los medios de comunicación ha emprendido en contra de la guerra, la cual sólo se ha moderado levemente cuando el presidente del Gobierno, José María Aznar, ha mostrado la firme voluntad de apoyar a EEUU y sus aliados. España, cumpliendo sus deberes de aliado de EEUU en defensa de la libertad y la seguridad en el mundo, tiene la oportunidad de ocupar el alto puesto que le corresponde en el concierto internacional después de tantos años de aislamiento y olvido, lo que le permitirá –y, de hecho, ya le ha permitido– recabar apoyos en la lucha contra el terrorismo de ETA.

Pero, por desgracia, en Europa no faltan ejemplos de irresponsabilidad. Chirac y Schoeder han preferido resbalar por la pendiente de la demagogia antes que explicar a sus ciudadanos la necesidad de acabar con la amenaza que Irak supone para la paz y la seguridad mundial. Una vez que EEUU haga públicas las pruebas, Zapatero tendrá ocasión de demostrar si el PSOE es un partido independiente, serio y responsable apoyando la política del Gobierno, o es más bien una bandería política a las órdenes de Prisa, pendiente sólo del botín electoral.

En España

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