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Alberto Míguez

La conexión venezolana

Las extrañas y provocadoras declaraciones del Canciller venezolano, Roy Chaderton, sobre la inocuidad de las guerrillas colombianas y el extraño paralelismo establecido por este funcionario entre los criminales de las FARC y el ELN colombianos con los huelguistas que paralizaron durante varios meses la compañía petrolera de Venezuela parece, además de una provocación gratuita, una amalgama de peligrosas consecuencias.

La dictadura del comandante Chávez camina alegre y confiada hacia la connivencia con los grupos terroristas continentales y exteriores. En vez de investigar si, como algunos medios de comunicación aseguran, hay presencia de grupos terroristas islámicos en isla venezolana de Margarita ha preferido amenazar a quienes informan sobre ello y, de paso, a la ministra del Interior colombiana, que fue la primera en señalar la connivencia entre la guerrilla de su país y la policía venezolana en las zonas fronterizas comunes.

Tan peregrina forma de actuar y responder a las graves insinuaciones de un país vecino y amigo por parte del régimen venezolano está sirviendo precisamente para destacar algo que Chávez y sus colaboradores “bolivarianos” querrían hacer olvidar: la sospecha de que fueron sicarios a su servicio quienes colocaron bombas en el consulado de Colombia en Caracas y en los locales de la embajada española en Venezuela.

Hace días, Chávez aseguró a sus seguidores en el show de televisión que protagoniza con éxito de público y menos de crítica nada menos que tenía ya localizados a los autores de los atentados y que muy pronto serían detenidos. Pero ni las autoridades colombianas ni las españolas saben absolutamente nada de las investigaciones de la Disip (policía política venezolana) sobre el particular ni, por supuesto, los autores de tales fechorías han sido detenidos.

El espadón venezolano prefiere detener a dirigentes empresariales o simples militantes de la oposición democrática a los que, obviamente, considera terroristas. Mientras tanto, no desaprovecha ocasión para atacar al presidente colombiano, Álvaro Uribe, o a José María Aznar, del que dijo ser amigo hace ya mucho tiempo. Con tales amigos, Aznar no necesita enemigos.

Entre la paranoia y la tentación totalitaria, el régimen venezolano camina hacia la agresión exterior y la masacre doméstica. Quienes creían inocentemente que al final alguien aconsejaría a Chávez contención y sentido común se equivocaban de medio a medio. Los amigos del ex comandante son individuos como Castro, Gadafi, Kim Jong Il y Saddam Hussein. Con tales compañías no es de extrañar que esté de los nervios. Lo malo es que su histeria la están pagando sus compatriotas y, tal vez, también sus vecinos.

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