Poco después de que Ibarretxe presentara su plan independentista en el Parlamento vasco, el presidente del Gobierno vasco dijo ante los micrófonos de la Cadena SER que había visto la ilusión que despertaba su proyecto en los ojos de los vascos. En esa emisora deben ser comprensivos con la estulticia porque, del mismo modo, es decir, sin réplica a la tontería, acogieron con emoción que Atutxa dijera que creía a Otamendi, el director de Egunkaria, después de mirarle a los ojos
Pertenece todo esto a la estrategia sentimental del nacionalismo vasco: "Míreme, cómo voy a ser lo que dicen. Mírele, cómo va a ser un asesino". Pero no sólo eso. Es también un síntoma de que el nacionalismo vasco no considera a los ciudadanos tales, es decir, ciudadanos, sino seres que miran como los nacionalistas creen que se debe mirar (a los que se cree, aunque sean pistoleros) o que miran de modo no apto para participar en la configuración del futuro. En este caso, como hace Atutxa a diario, se vulneran sus derechos, se les excluye y, de paso, se les insulta.
Se recuerda estos días que Atutxa incluyó hace años a Otamendi y sus muchachos del Egunkaria en la trama etarra. Dirá ahora que estaba errado, que son de los suyos, que mira como miran. Pero el error más grave ha sido –y nunca entendí las razones– considerar al totalitario Atuxa, y durante tanto tiempo, un hombre de bien.

Caramba con los ojos
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