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Embarazo histérico

El suceso ha sido poco comentado, porque molesta al conformismo ambiente, yo tampoco había dicho nada, pero resulta que cada día, al ir al quiosco para comprar la prensa, veo los carteles que aún quedan, con el rótulo provocador: “Ni putas, ni sumisas”, y la reproducción de la foto de un grupo de muchachas, de origen magrebí, llamando a una marcha, que ya tuvo lugar, para protestar contra los malos tratos y las humillaciones que sufren por parte de sus familias y de su entorno asimismo magrebí, en donde, al margen de toda legalidad, un espíritu y unos métodos casi talibanes, con palizas, violaciones, rígidas reglas musulmanas de sometimiento de las mujeres, mientras que las autoridades y los partidos miran a otra parte, porque “hay que respetar las diferencias culturales”.

Al haber aparcado a esta población –francesa en su mayoría, aunque de origen magrebí, musulmana en las estadísticas, aunque sólo un 10% practique “su” religión– en los guetos que de los arrabales de grandes ciudades, muchos consideran que sería racista imponer la ley, cuando los racistas son ellos, porque opinan que “esa gente no es como nosotros, y es lógico que impongan a sus mujeres sus criterios musulmanes tradicionales, que evidentemente no pueden ser los nuestros, porque nosotros somos civilizados”. Pues estas valientes chavalas han dado una gran bofetada a todas las mentiras sobre la “integración”, en realidad inexistente.

Entran escalofríos de pensar en las palizas que habrán recibido algunas, o muchas, de estas manifestantes al volver a sus casas. Lo han hecho con coraje y un sentido ciudadano ejemplar, si las palabras tienen el menor sentido, porque esas normas “talibanes”, o sencillamente musulmanas, como la mutilación del clítoris de las niñas, son perfectamente ilegales, en Francia como en toda Europa, pero existen y prosperan protegidas por el “antirracismo”, y el “respeto a las diferencias”. También es eso lo que han gritado estas magníficas muchachas: ni son putas porque van a bailar, ni aceptan someterse a la tiranía de los machos.

Además, en esas famosas banlieues difficiles, el extremismo se manifiesta más tétricamente que antaño contra las mujeres y no se limita a eso: se ha desarrollado un islamismo más político que religioso, que ha hecho de Ben Laden su super “Che” –pero es la ideología terrorista, y no Alá, lo que motiva su racismo antifeminista y antisemita–, y se expresa con la violencia callejera. Y, pese a las proclamas municipales y mediáticas, Sarkosy no ha hecho nada. El gamberrismo violento, como el gran bandalismo, nunca se han portado mejor, por así decirlo. Dato sintomático –y “salto cualitativo”– es el ataque por comandos de tipo militar contra dos cárceles, uno en Borgo, Córcega, para liberar a Joseph Menconi, y otra, más importante desde el punto de vista del armamento utilizado, para liberar a Antonio Ferrara, conocidos atracadores y cómplices. Es la primera vez que el milieu emplea tales métodos militares, con éxito.

El “embarazo histérico” se refiere a las reformas anunciadas por el Gobierno que nunca llegan a ver la luz. Y, para más inri, la inflación es el doble de lo previsto, el déficit linda el 4%, el paro no cesa de aumentar y los despidos, igual. La situación es francamente mala, pero la izquierda, jaleada por el Gobierno, se limita a manifestar su apoyo a Sadam. Puede que las cosas no sigan así. El hombre que se hizo multimillonario vendiendo armas de destrucción masiva, Jean-Luc Lagardère, que compró editoriales con el beneficio de sus tanques, ha sido la última víctima conocida de los hospitales franceses, los mejores del mundo, decían.

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