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Prueba de fuego

La guerra de Irak supone la primera prueba de fuego importante para el Banco Central Europeo. Por ahora, la autoridad monetaria del euro ha empezado a afrontarla como se deben hacer las cosas en un caso como este. Nada más comenzar los primeros ataques, el BCE ha hecho público un comunicado en el que garantiza a los mercados toda la liquidez que puedan necesitar para evitar su colapso. Esto es lo mejor y prácticamente lo único que puede hacer el banco en una circunstancia tan extraordinaria como esta.

En unos momentos como los actuales, en los que los mercados han apostado abiertamente por una guerra corta y con una victoria rotunda por parte de Estados Unidos, cualquier noticia, incluso rumor, acerca de la evolución del conflicto que llegue al parqué va a mover el mercado. En consecuencia, las jornadas bursátiles que se avecinan van a venir marcadas por una gran volatilidad, lo que normalmente requiere que en el sistema financiero exista la liquidez suficiente para poder cerrar operaciones sin problemas. Además, hay que prever dos escenarios en los que, sin duda, se producirán muchas órdenes: el final de la guerra de acuerdo con la apuesta de los mercados, o un revés inesperado en forma de conflicto más largo y cruento.

En el primer caso, se necesitará liquidez para poder atender al aluvión de órdenes de compra a que puede dar lugar la inminencia del final del conflicto. Algunos analistas estiman que esta noticia puede provocar una subida de las bolsas de entre el 15% y el 30% en tan sólo dos semanas y hay que estar preparados para que los mercados funcionen correctamente. En el segundo, sería preciso aportar la liquidez necesaria ante las posibles ventas masivas y retiradas de dinero de los bancos, con el fin de evitar una reacción en cadena desastrosa como la que tuvo lugar en 1929, durante el famoso ‘martes negro’ de la bolsa neoyorkina, cuyas graves consecuencias se multiplicaron e intensificaron precisamente porque el mercado financiero y bancario carecía de la liquidez necesaria para atender la ingente cantidad de órdenes de venta en Wall Street y la aún más enorme demanda de efectivo en los bancos. Con esto no pretendo ser catastrofista, pero sí aclarar la importancia que tiene un anuncio como el realizado por el BCE.

Si el banco tiene que llegar a poner en marcha la operación que acaba de anunciar, sin duda tendrá repercusiones a medio plazo sobre la inflación, ya que la liquidez que inyecte al sistema no la podrá drenar de la noche a la mañana si no quiere provocar un desastre financiero. Por el contrario, tendrá que retirarla de manera paulatina y hasta que la sitúe en niveles adecuados, ésta alimentará las tensiones inflacionistas. En circunstancias normales, semejante situación sería muy criticable porque va contra el crecimiento económico a medio y largo plazo y contra el mandato dado al BCE en el Tratado de la Unión Europea de preservar la estabilidad de precios. Pero ahora concurren circunstancias extraordinarias en las que lo primero es otra cosa. Además, la evolución que viene registrando el precio del petróleo en los últimos días supone un alivio. Todos los analistas pensaban que, con el inicio de la guerra, el barril superaría los cuarenta dólares, lo que restaría más de un punto al crecimiento económico. Sin embargo, la cotización del crudo se ha desplomado por debajo de los 28 dólares mientras Estados Unidos anuncia la movilización de sus reservas estratégicas y la OPEP decide suspender provisionalmente el sistema de cuotas para tratar de evitar el desabastecimiento del mercado. Ello evitará problemas con el crecimiento económico y tensiones inflacionistas que encontrarían el entorno perfecto para desarrollarse con un posible aumento de la liquidez.

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