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EDITORIAL

Huelga de solidaridad... con Sadam

En la agenda de “movilizaciones” de la “Coordinación Internacional Contra la Guerra”, organización dependiente del Foro Social Mundial, también están previstas las convocatorias de huelga general por parte de los sindicatos. Conseguida la adhesión incondicional del PSOE para intentar poner al Gobierno de rodillas por medios antidemocráticos –incluidas las manifestaciones violentas e ilegales, así como los insultos, las agresiones y los ataques a las sedes del PP–, Izquierda Unida, la cabeza visible de la nueva Komintern en España, ha conseguido “fichar” también a los sindicatos, cuyo compromiso con la defensa de los legítimos intereses de los trabajadores es puramente ocasional, ya que las cuotas de sus afiliados no son más que una parte residual de sus presupuestos. Por tal motivo, las burocracias sindicales en España han dedicado sus mayores esfuerzos a hacer política al margen de las urnas, empleando sistemáticamente el recurso a la huelga general cuando la política del Gobierno se aleja excesivamente del “modelo referencial” que ha causado la ruina de países como Argentina y que a punto estuvo de hundir al Reino Unido.

Con la caída del muro de Berlín y después de una década de globalización que ha aumentado la renta mundial casi en un 50 por ciento, parecía que los planteamientos políticos de la extrema izquierda, tan populares en los años 70 y 80 del siglo pasado, habían quedado definitivamente relegados a los “basureros de la Historia”. Del mismo modo, también parecía que los sindicatos habían abandonado la “política activa” en apoyo de las utopías colectivistas para colaborar en el fortalecimiento del modelo político y económico que históricamente más ha contribuido al progreso material de los trabajadores. Pero la violenta resurrección de la extrema izquierda, que ha encontrado en la oposición a la guerra contra Sadam el trampolín que necesitaba para volver a la escena política libre del lastre de su terrible historia, ha despertado las viejas pasiones políticas de los líderes sindicales, sublimadas hasta hace bien poco por imperativo de las circunstancias.

Méndez y Fidalgo, fortalecidos por la pusilanimidad del Gobierno en la reforma laboral y envalentonados por la aparente cuasi-unanimidad del sentimiento anti-guerra, se han sumado también, con el pretexto de la guerra, a la antidemocrática estrategia de Izquierda Unida y del PSOE, que han sustituido el debate político parlamentario –donde han demostrado fehacientemente su incapacidad política y su indigencia argumental– por la coacción y la algarada callejera, los típicos instrumentos de los totalitarios que aspiran a usurpar el poder. Como muestra de su apoyo a los fines ilegítimos de la extrema izquierda –que poco o nada tienen que ver con la oposición a la guerra–, UGT y CCOO han anunciado, siguiendo las directrices de la nueva Komintern, movilizaciones masivas en contra de la guerra –presumiblemente una huelga general de cuatro horas el 10 de abril, según UGT– para los próximos días.

Para la convocatoria, Méndez y Fidalgo se acogerán a la figura de la “huelga de solidaridad”, contemplada por la legislación española para los paros cuya motivación, aunque no estrictamente laboral, esté relacionada con las condiciones de los trabajadores. Pero es realmente difícil comprender de qué forma la guerra contra Sadam puede afectar negativamente a las condiciones laborales generales de los trabajadores españoles. Y, a no ser que se identifiquen los intereses de los trabajadores con los del antiamericanismo tradicional al servicio de la extrema izquierda, todavía es más difícil de entender cómo puede afectar negativamente a los trabajadores iraquíes el librarse de un tirano y un genocida que ha condenado a la miseria a un país con enormes riquezas naturales y ha provocado tres guerras donde han muerto cientos de miles de trabajadores integrados forzadamente en las filas de sus ejércitos.

Solidaridad, sí... pero no con los iraquíes, sino con los enemigos de Occidente y de EEUU... como Sadam.

En España

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