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La ofensiva nacionalista

Jaime Mayor Oreja habla estos días de “ofensiva nacionalista” y se oponen a reconocerla no precisamente los nacionalistas sino unos cuantos pusilánimes. Los primeros no la ocultan: ahí está el “reto al Estado” del PNV y el proyecto de Estatuto de Artur Mas, todo ello macerado en las reuniones de la Declaración de Barcelona. Los pusilánimes son de dos tipos, todos del bando de los “apaciguadores”: unos achacan a la posición del Gobierno español ante la guerra en Irak la “oportunidad” de que ahora parecen gozar los nacionalistas; otros tienen como principio de la acción política el “encaje”, a cualquier precio, de los nacionalistas.

Pero si los nacionalistas tienen hoy una “oportunidad” es por el tipo de papel que el PSOE ha elegido en el teatro del debate sobre la guerra de Irak. La posición de los socialistas franceses, contraria a la intervención de los aliados contra Sadam Husein, no ha dado una “oportunidad” a Le Pen, aunque éste sea tan enemigo de Bush como amigo del dictador iraquí. En España, sin embargo, la opción socialista ha sido la creación de esa realidad virtual que se llama “el PP está solo”. En esa estrategia, no ha tenido reparo en ir de la mano, y a veces detrás, de los nacionalistas y de Izquierda Unida (que, hablando de nacionalismo, está en el País Vasco en el mismo bando que aquellos). No es la primera vez: en el caso del Prestige ocurrió lo mismo y fueron tras Nunca Mais, es decir, tras el BNG, después de que esos aguerridos militantes tiraran huevos a Zapatero, y con el PNV, a pesar de las advertencias del alcalde socialista de La Coruña, en la famosa manifestación de Madrid. Los socialistas navarros, para terminar con ejemplos que están a la vista de todos, votaron cerrar el Parlamento de Navarra dos días, con motivo de la huelga del 20-J, para dar satisfacción al mismo tiempo a UGT y CCOO y a los sindicatos nacionalistas. Se trata de que el PP está solo, los compañeros en ese viaje tendrán siempre su “oportunidad”.

Los otros apaciguadores prefieren el “encaje” de los nacionalistas a la defensa de la legalidad constitucional. Se trata de dar paso no ya a una nueva “transición” sino a cuantas sean necesarias hasta que los nacionalistas estén conformes, lo que, como es lógico con este procedimiento, no ocurrirá nunca. Maragall quiere ser el heredero de Pujol arrebatándole el programa nacionalista, incluyendo el control de la sociedad desde una selecta casta, en vez de aportando una opción distinta desde la socialdemocracia española. Y quiere, además, exportar el sistema al País Vasco. Ninguna “oportunidad” mejor para los nacionalistas que, una vez abierto el melón para que “encajen”, aprovechan para mantener su ofensiva. Y el PP sigue solo.

Todo esto debe producir satisfacción inconmensurable al secretario general del PSOE mientras administra las noticias de la guerra. Pero es hambre para hoy y miseria para mañana. Sus compañeros de viaje, me temo, le costarán no ser elegido presidente del Gobierno y los ciudadanos, sin su compañía, tendrán que soportar, hoy y mañana, la tan cacareada ofensiva nacionalista.

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