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EDITORIAL

El desmedido rencor de González

“Yo no estoy movilizando a la opinión pública para ninguna acción bélica, sólo pido a los ciudadanos comprensión para el fondo de un conflicto que ha provocado un hombre como Sadam Husein, que no tiene ningún control, ninguna democracia que lo limite, ninguna opinión pública que lo denuncie”.

“Aunque no hubiera existido ningún acuerdo de defensa con Estados Unidos, se le habría prestado el mismo apoyo logístico (...) España no es un país neutral en el conflicto (...) Vivimos en un país que nunca ha tomado la responsabilidad de asumir sus obligaciones con los demás países de su entorno y de la comunidad internacional (...) La no intervención de las fuerzas aliadas hubiera supuesto un problema de seguridad para todo el mundo (...) Es Irak quien ha comenzado la guerra y la violencia (...) No es posible confundir a la opinión pública diciendo que están en pie de igualdad Irak y las fuerzas multinacionales, especialmente Estados Unidos”.

“El Consejo de Seguridad de la ONU no puede ser aceptado en una ocasión, y rechazado en otra (...) Hay que dar cumplimiento a las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (...) España ha salido fortalecida dela crisis bélica del Golfo Pérsico y ha ganado respeto internacional (...) Sadam Husein es responsable de todo lo sucedido y de las víctimas que se han producido (...)”.

Aunque pueda parecer increíble, las citas textuales precedentes no provienen de declaraciones de José María Aznar en defensa de la guerra contra el régimen de Sadam Husein. Están todas fechadas entre agosto de 1990 y febrero de 1991, y corresponden en su totalidad a declaraciones del entonces presidente del Gobierno, Felipe González, quien el martes manifestó que España va camino de convertirse en un país “triste y marginal” por el apoyo del Gobierno a EEUU en la intervención militar en Irak, la cual no es sino continuación –forzada por las constantes violaciones de Sadam de las condiciones del armisticio de febrero de 1991– de la I Guerra del Golfo, que González apoyó sin reservas.

En 1991, gracias al apoyo del PP, el entonces presidente del Gobierno pudo afirmar –aún a pesar de la oposición de IU, de los sindicatos y de los mismos actores, actrices, escritores, cineastas y cantantes, que siempre se han mostrado coherentes en su antiamericanismo y antioccidentalismo viscerales, no cabe negárselo– que “hemos sabido estar en el lugar correcto y mantener el grado de cohesión nacional en defensa de nuestros intereses y de forma solidaria con los aliados”. Hoy, sin embargo, cuando el PP en el Gobierno sostiene las mismas tesis que defendía en la oposición, coincidentes con las de González, el responsable de la fractura social no es el PSOE, sino el PP.

Lo que en 1991 era prioritario para la seguridad mundial, hoy es una “locura” que, según González, puede llevarnos a la “III Guerra Mundial”. EEUU, que representaba la moralidad y la legitimidad en el plano internacional, hoy es, a ojos del ex presidente, un “poder excluyente” que necesita ser contrarrestado por la “marea humana” que repite el lema de la nueva Komintern congregada en torno al Foro Social Mundial (del que el PSOE, a través del Foro Social de Madrid es miembro): “Otro mundo es posible”. Otro mundo, desde luego, mucho más inseguro, mucho menos libre y muchísimo más pobre.

Y si, en 1991, el responsable de todas las víctimas de la guerra –civiles o militares, que, por cierto, fueron muchísimas más que las de esta guerra– era Sadam, hoy, en opinión de María Teresa Fernández de la Vega –secretaria general del Grupo Socialista en el Congreso–, la “responsabilidad exclusiva” de los “muertos y mutilados” provocados por la guerra de Irak corresponde al Gobierno... precisamente por apoyar la continuación de misma guerra que su partido defendió en 1991.

Ya que González –mentor de Zapatero, su ahijado político y su hombre de paja en el PSOE– no tiene empacho en desdecirse de una de las pocas acciones de Gobierno en las que estuvo plenamente acertado –como cuando pasó del electoralista “OTAN de entrada no” a pedir el ‘sí’ en un referéndum que jamás debió convocarse–, podría aprovechar su arranque de sinceridad –o de insinceridad, según se mire– para arrepentirse también de todos los episodios de sectarismo, crímenes, corrupción y mala gestión que, esos sí, hicieron de España un país “triste y marginal”, con casi cuatro millones de parados y sin fe en el futuro.

Porque, del mismo modo que González es incapaz de olvidar y “perdonarle” a Aznar que le desalojara limpiamente del poder, los españoles tampoco pueden –ni deben– olvidar ni perdonarle a González sus desmanes cuando fue inquilino de La Moncloa ni cuando, como ahora, ha conseguido hacer del PSOE su instrumento de venganza personal contra Aznar. Aun al precio de convertir su partido en correa de transmisión de la extrema izquierda antisistema y de los nacionalismos separatistas.


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