Menú
EDITORIAL

Cae Sadam, ¿se alegra la izquierda?

Los agoreros de la izquierda, que con un insufrible tono de suficiencia siempre están dispuestos a dar sus sesgadísimas lecciones de democracia, de humanitarismo, de moral internacional, de geoestrategia y de sensatez al país del mundo que, probablemente, menos ha demostrado necesitarlas, tienen la costumbre de vaticinar un nuevo Vietnam en todas las guerras en las que participa EEUU. Y, como de costumbre, han vuelto a quedar en evidencia, como también les ocurrió en la I Guerra del Golfo y en la guerra de Afganistán.

No se han producido las dantescas catástrofes humanas anunciadas con tanto desparpajo –se habló de centenares de miles de muertos y de millones de refugiados y apenas hay que lamentar un millar de víctimas civiles–, quizá el argumento de mayor peso que impulsó a la mayoría de los españoles a expresar su legítimo rechazo a una intervención militar que, aparentemente, iba a producir más daño que bien. También parece bastante claro –Bush y Blair no han cesado de repetirlo desde el principio– que EEUU y Gran Bretaña no necesitan ni desean el petróleo del lacerado pueblo iraquí. El cual, por cierto, sólo ahora tendrá ocasión de disfrutar de esa riqueza que administraban para su propio provecho y fines criminales Sadam y su camarilla –como pone de manifiesto la colección de palacios del tirano y el tren de vida que llevaban sus colaboradores. Y tampoco desean EEUU y Gran Bretaña perpetuar su presencia en Irak más allá del tiempo necesario para pacificar y reconstruir el país y organizar un gobierno democrático –como ya hicieron en Alemania y Japón después de la II Guerra Mundial– que permita a los iraquíes decidir libremente sus propios destinos.

Aunque parezca paradójico, el asombroso bajo coste en vidas humanas que ha tenido la caída de Sadam se debe fundamentalmente a la voluntad de los gobiernos norteamericanos de invertir en alta tecnología militar, no para producir armas de destrucción masiva, como Sadam Husein, sino para reducir al máximo el número de bajas civiles y militares. Los bombardeos de precisión sobre objetivos militares son, además de un impresionante logro técnico, quizá la mejor muestra de la superioridad moral de los norteamericanos y británicos respecto de sus enemigos; un aspecto, por cierto, muy poco valorado por la prensa internacional, menos aún por la española.

Ciertamente, habrá quienes aleguen que no valía la pena causar la muerte a más de mil inocentes para arrojar del poder a Sadam Husein. Sin embargo, no hay que perder de vista que el único responsable de esas muertes –como señala José María Aznar y, doce años antes, Felipe González– es Sadam, uno de los dictadores más criminales y sanguinarios que ha conocido el pasado siglo XX. Ni tampoco hay que olvidar que, de haber permanecido más tiempo en el poder, Sadam Husein hubiera causado muchísimas más muertes de inocentes –sin contar las penurias, la miseria y la represión en que mantenía al pueblo iraquí– que las que hay que lamentar ahora con motivo de la guerra.

Pero, sea como fuere, la guerra toca a su fin, el régimen de Sadam ya casi es historia, y es bien patente el júbilo de la inmensa mayoría de los iraquíes liberados; aunque algunos medios de comunicación se obstinen en ocultarlo. ¿Se alegra la izquierda de la caída del tirano? ¿Seguirá exigiendo el fin inmediato de la guerra y la retirada de las tropas angloamericanas para que Sadam vuelva a fabricar armas de destrucción masiva; a financiar, armar y cobijar terroristas; a torturar, masacrar y encarcelar a disidentes y opositores, mujeres y niños incluidos? Y, una vez organizadas las redes e infraestructuras internacionales para decir “no a la guerra” ¿aprovechará el Foro Social Mundial –al que pertenecen IU y PSOE a través del Foro Social de Madrid– ese potencial para dedicar sus insultos y sus protestas violentas a alguna de las casi tres docenas de guerras que actualmente existen en el mundo sin permiso de Naciones Unidas? ¿Se concentrarán estudiantes y profesores ante la embajada francesa para llamar asesino a Chirac por implicarse en la guerra de Costa de Marfil? ¿Protestarán ante los consulados de Ruanda, Burundi y Zimbabwe por la horrible guerra de agresión que iniciaron en 1998 para quedarse con los recursos naturales del Congo? ¿Irá la Plataforma Cultura contra la Guerra a la embajada Cubana para exigir que Castro deje de encarcelar disidentes por navegar en Internet? ¿Se manifestarán actores, actrices, cantantes y escritores contra la “experiencia democrática” de Chávez ante la Embajada de Venezuela?

¿O aguardarán tranquilos e indiferentes ante conflictos que causan más víctimas inocentes en un solo día que las que se han producido en las dos guerras del Golfo juntas hasta que los EEUU –el chivo expiatorio de los pecados y crímenes de la izquierda– se vean obligados a sostener otra guerra en defensa de la paz y la seguridad mundial retransmitida por televisión? No hay que discurrir mucho para encontrar todas las respuestas a todas estas preguntas. Especialmente a la primera: lo menos que puede decirse es que PSOE e IU parecen disimular muy bien su alegría.


En Internacional

    0
    comentarios