Menú
Germán Yanke

Sobran los chistes

A mi juicio, al menos, sobran los chistes y las ironías de Zapatero sobre la cohesión constitucional de España. Sobran ante el Gobierno de la nación, ante algunos de sus compañeros de partido (como el alcalde de La Coruña) y ante los ciudadanos.

Ibarretxe sigue adelante con su plan y seguirá avanzando por mucho que el secretario general del PSOE considere que, por arte de su personal persuasión, el PNV va a detenerse. En septiembre tendremos una concreción articulada del proyecto independentista y se buscará el referéndum, por muy ilegal que sea, o la confrontación del mismo en las próximas elecciones autonómicas, sean o no anticipadas. Zapatero debe tener claro cómo impedir una farsa de consulta o qué hacer, ante el órdago nacionalista, con los partidos constitucionales. Debe tenerlo claro y explicarlo a los ciudadanos. La mayoría absoluta del PP, pese a los chistes, no es el resorte para impedirlo, sino la firmeza institucional, en la que es de esperar que no se cuente sólo con el partido gubernamental.

Al mismo tiempo, en Cataluña, PSOE por un lado y CiU por otro proponen reformas del Estatuto que, en muchos extremos, no son constitucionales. A Zapatero le parece bien cualquier exceso de Maragall porque cree que el “catalanismo” vende. El chiste peor es asegurar que con este líder de los socialistas catalanes, esa comunidad autónoma tendrá “gobierno constitucional”. Será, en todo caso, para cambiar la Constitución a partir de una amalgama que aúna al PSC con CiU (que es lo que Maragall quiere heredar) y ERC (que es lo que le tienta al pobre “progre”).

En Galicia, el BNG se ha hecho con los resortes de la protesta, tan exagerada como escalofriante, del Prestige. Pero saben los nacionalistas que, para mantener los criterios lamentables de la Declaración de Barcelona en esa comunidad, precisan a los socialistas, que ya han dado muestras más que suficientes de condescendencia, como demuestra el malestar casi permanente de Francisco Vázquez.

No debería reírse Zapatero. Si sigue manteniendo que todo vale lo mismo (Bono que Odón Elorza, Vázquez que Maragall, etc.) su proyecto va a ser un barullo en el que los vientos golpearán a la Constitución y la cohesión nacional. Y lo harán siendo la cuestión sólo un problema de políticos de cámara, ávidos de demostrar que son más nacionalistas que los nacionalistas, porque no creo que ni una de las mil encuestas que ahora el PSOE maneja demuestre que los catalanes, los gallegos o los vascos se levanten por la mañana con la necesidad de una reforma de sus Estatutos. Lo que, por el contrario, le dicen las encuestas es que, en cuanto aparece la cuestión nacional –que el PSOE ha querido evitar con la huelga, el Prestige y la guerra– es el PP el que ofrece más confianza. Menos bromas, entonces, y menos tranquilidad. No vaya a ser que, después de buscar afanosamente la disidencia en el PP, tenga que elegir él entre el partido y el proyecto.

En Opinión