Los previsibles líos actuales en Irak hacen temer que la derrota de Sadam y su tiranía terminen desembocando en una nueva dictadura islámica o militar. A eso se añaden los peligros creados por las ambiciones de países vecinos, Siria, Irán, Turquía. Siria será un “país amigo”, pero eso no impide que sea una dictadura que ayuda a terroristas (no sólo palestinos) y que se ha “comido” el Líbano ante la indiferencia general y la cobardía diplomática. Irán ya sabemos lo que es y toda la propaganda en torno a sus cambios positivos huele a petrodólares. Turquía ha demostrado cuán rápidamente se islamiza, lo cual la aleja de Europa, es de esperar, porque jamás hubiera debido siquiera plantearse su entrada en la UE, que es lo mismo que si se planteara la entrada del Congo ex belga, porque Bruselas es la capital burocrática de la inexistencia de Europa.
Volviendo a Irak, me parece, por lo tanto, indispensable el mantenimiento de las fuerzas militares aliadas –las que ganaron la guerra– hasta que se den las condiciones para celebrar elecciones de verdad. Los países partidarios de dejar en paz la tiranía iraquí, disfrazándose de caperucitas rojas –más chacales que lobos–,con el amparo de la ONU pretenden, ya que han perdido la guerra, sacar el máximo beneficio de la paz, o sea, petróleo.
Pero, bueno, algunos se han dado cuenta de que han roto los platos. Schröder va a visitar a Blair para declararle su amor y con grandes titulares se anuncia que Chirac ha llamado por teléfono a Bush. Sí, sí, al malvado, al asesino Bush. No son los términos empleados por el Gobierno, pero se han vanagloriado de las manifestaciones en las que eso y cosas peores se aullaban. El sentimiento de haberse equivocado gana terreno, porque podían haber manifestado su desacuerdo con los USA sin tanta soberbia, sin tanto insulto, sin semejante delirio nacionalista.
La mayoría de los medios aún no ha despertado de su resaca y siguen cirticando ferozmente a los USA, pero hay indudables cambios. Como botón de muestra, citaré la columna semanal de Stephen Denis en Le Figaro de este martes. Es cierto que él, a quien considero uno de los mejores columnistas de la prensa gala, siempre se mantuvo al margen de la histeria de su periódico y de la prensa en general. En esta crónica arremete contra Chirac con una violencia inaudita, pero con su habitual tono irónico. Considera, por ejemplo, que, frente a la búsqueda desaforada de popularidad del Presidente, “que explica muchas cosas”, quien aparece hoy como un verdadero hombre de estado, y se lleva el mango de la sartén, es Tony Blair, porque Chirac no tiene una verdadera visión política, sólo arrebatos, siempre infelices. También arremete contra el Gobierno, que no gobierna, que no reforma, y concluye su magnífico artículo así: “Sí, esta popularidad explica, tal vez, que tenga tan pocas ideas y tome tan pocas decisiones; Jacques Chirac la ha esperado tanto tiempo que piensa mantenerla a golpe de consideraciones generosas y del humanismo ambiente, dejando al primer ministro la responsabilidad de una política inexistente.”

Los platos rotos
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