La metáfora de los ejes
El eje por antonomasia, con mayúscula incluso, fue el que representó la colaboración de Alemania, Austria e Italia en la segunda guerra mundial. Era comprensible la metáfora, pues esos tres países sobre el mapa europeo significaban la línea Norte-Sur sobre la que habría de girar el futuro del continente. Bueno, el famoso Eje fue invadido y roto. Mucho después vino el eje del mal, una expresión sacada de los comics más o menos infantiles. Significa la identificación de los países que son enemigos declarados de los Estados Unidos y, por tanto, de la democracia. Hasta aquí, todo está bien en términos léxicos. Cada uno apela a las metáforas que más le gustan. Pero de un tiempo a esta parte, el “eje” ha pasado a decirse en plural. Ahora es el equivalente de los puntos de un programa, de los conceptos básicos de una declaración o una política. Así, “la campaña electoral va a tener cuatro ejes” (o los que salgan). No me cuadra a mí una declaración multieje. Ya sé que hay camiones así, con varios ejes, pero normalmente solo es uno al que se acopla la transmisión del motor. Bueno, la metáfora resulta inservible cuando hay más de un eje. Sobre todo, porque cada eje puede resultar contradictorio con los demás. Si hablamos de ejes hay que suponer que algo gira, lo que complica mucho la metáfora.
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