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Germán Yanke

Siete mil y una mamarrachadas

Cuando Ibarretxe se crispa se muestra atolondrado, cuando se pone simpático se nos presenta más como realmente es, un político refractario a las libertades y a la democracia. En un acto electoral con jóvenes nacionalistas (y jóvenas, imagino), ha dicho que “llevamos 7.000 años como pueblo” y ha convertido, de un plumazo cómico, el chiste en programa político. Ya es triste que los vascos tengamos un presidente así, pero, además, es peligroso: Ibarretxe, cuando afirma que “con la ley no se crea un pueblo”, revela su doctrina: el “Pueblo Vasco” que se ha inventado no tiene realmente nada que ver con la ley, con el ejercicio de la democracia, con el voto de los ciudadanos del censo dentro de un sistema constitucional. Es algo étnico, que se remonta siete mil años, y que él interpreta, que no tiene nada que ver con la modernidad y el Estado de derecho. Por eso Ibarretxe se alía y defiende a los terroristas totalitarios, que vienen también del pleistoceno marxista, y se crispa, se atolondra, ante los que defienden las libertades y los derechos humanos. “En democracia nadie nos podrá decir nada”, señala muy ufano. Y, es verdad, no hay nada que decirles en democracia porque no la quieren.

El apoyo que tiene Ibarretxe viene de mamarrachos como los más de quinientos curas y frailes independentistas y antidemócratas. Hay por ahí algunos clericales que se preguntaban si el Papa iba a decirle algo más o menos molesto a José María Aznar durante la visita de este próximo fin de semana. Se quedarán ellos mismos amoscados aunque, si el Papa decidiera advertir seriamente a alguien, debería hacerlo a los obispos vascos, para que se den cuenta del clero con el que cuentan: teocrático, premoderno, anticonstitucional, nacionalista y expansionista, cursi, sin saber escribir correctamente, hipócrita y voluntariamente cegato ante la realidad. Es para que se preocupen, no hay duda.

El panfleto que estos mamarrachos han dirigido al Papa (del que dicen que “preside” la Iglesia) manipula documentos de Juan Pablo II y de la Conferencia Episcopal. La mentira en boca de estos clérigos iletrados es todo un síntoma, sobre todo si es para defender el nacionalismo, el totalitarismo y para proteger a los etarras y sus cómplices. Del terrorismo de la banda, nada de nada, sólo la imbecilidad de decir que tiene su origen en la Guerra Civil. De las víctimas del terror, menos. Se vuelven a equivocar los anticlericales, que siempre andan con la murga de que los curas están con los poderosos. Estos quinientos están con los de las pistolas.

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