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Germán Yanke

El escándalo de Rojo

El próximo día 14, como ya han anunciado, los concejales del PP en el País Vasco van a votar al candidato socialista allí donde, teniendo mayor representación que ellos, lo precisen para lograr la alcaldía. Es de esperar, aunque no se haya confirmado oficialmente, que los socialistas hagan lo mismo en los pocos municipios en los que el PP está en similar situación.

No está garantizado –porque el PSOE mantiene en algunos casos una ambigüedad paradójica– que los alcaldes socialistas resultantes de ese apoyo integren a concejales del PP en los equipos de gobierno. Algunos de sus candidatos se han limitado a agradecer el apoyo sin ninguna propensión a gobiernos constitucionales y otros, como Odón Elorza, han manifestado que prefieren otras opciones. El objetivo, según su secretario general, Patxi López, es, sencillamente, tener el mayor número de alcaldes y los principios, o la búsqueda de un consistente entendimiento entre partidos constitucionales no parece tener un papel importante en el panorama –¿intelectual?– de los socialistas vascos. Al menos en el de muchos de ellos.

Siendo esto sorprendente –y fundamentando el cambio de política del PSOE en el País Vasco, el cambio siempre negado tras la persecución a Nicolás Redondo–, dejémoslo a un lado ante el escándalo mayor de la temporada, que no es otro que el de Javier Rojo.

El día 15, en lo que a formaciones de mayorías en el País Vasco, quedará un único caso. Ese día, sin pactos previos ni otros compromisos, se habrán elegido los alcaldes y quedará pendiente la elección del diputado general de Álava, territorio en el que la lista de la coalición PNV-EA ha obtenido más votos que las demás aunque bastantes menos que la suma de PP y PSOE. Rojo, aunque quedó siete puntos por debajo del candidato popular, Ramón Rabanera, quiere ser, porque sí, diputado general y amaga con no plegarse y no votar a aquel. No se si es porque sí o por molestar al PP haciendo un favorcito al PNV pero, a estas alturas, es decir, teniendo en cuenta lo que todos los ciudadanos nos jugamos en el País Vasco, es un escándalo.

Hace cuatro años, Fernando Buesa puso, tras duras negociaciones, un punto de sentido común y el PSOE, a cambio de concesiones (aunque ahora se diga falsamente que fue gratis), apoyó a Rabanera. Si Rojo se ha dejado llevar por el desvarío, la vanidad, la inconsistencia política y el travestismo ideológico, el único que puede ahora poner el necesario punto de sentido común es José Luis Rodríguez Zapatero. Han pasado suficientes días para que el tema sea bochornoso y es hora ya de que el líder del PSOE, en vez de mosquearse porque le silben algunos indignados, demuestre con hechos lo que dice con palabras.

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