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Germán Yanke

El consejero de Zapatero

El anuncio de Rodríguez Zapatero de que su partido apoyaría al PP en Álava coincidió el lunes con la noticia de que ese mismo partido, el PSE-PSOE, se estaba reuniendo con la coalición PNV-EA. No era un encuentro cualquiera ya que, además del secretario general de Eusko Alkartasuna, estaban los presidentes del PNV en las tres provincias vascas y los secretarios generales de los socialistas en los mismos territorios, además del miembro de la ejecutiva de los socialistas vascos encargado de las relaciones institucionales.

Quien conozca someramente el modo de actuar del PNV sabe que una reunión así, sin ningún miembro del máximo órgano del partido (el EBB), no se celebraría sin su consentimiento. En el PSE-PSOE debería ocurrir lo mismo pero el desastre organizativo es tal que ya no se puede afirmar. Lo apunto porque, además de la reunión, es importante saber cómo se fraguó, si hubo previos contactos entre ambas ejecutivas o se preparó como el antiguo encuentro entre Rodríguez Zapatero e Ibarretxe (a pesar de que el primero haya dicho recientemente que él nunca se ha reunido con dirigentes del PNV). Es decir, si en este intento de recomponer relaciones ha tenido algo que ver la química entre químicos, las relaciones entre Rubalcaba y el portavoz del Gobierno vasco José Jon Imaz.

El señor López, secretario general o casi de los socialistas vascos, ha apuntado que su partido se reúne con todas las fuerzas democráticas y que no hubo acuerdo alguno en ese encuentro. Valga, para el PNV, el favor del elogio de democrático justo cuando se entrega de lleno a la batalla contra el Estado de Derecho. Pero los nacionalistas que estuvieron en la reunión han comunicado ya a sus jefes y colegas que los socialistas, muy amables, hablaron de la recomposición a medio plazo de las relaciones y pidieron comprensión para acuerdos con otras fuerzas, el PP, en función de una presión social y del impulso del PSOE, señalando que las cosas podrían muy bien cambiar el próximo año, es decir, tras las elecciones generales. Es paradójico: para López y sus amigos del PSE las indicaciones de Rodríguez Zapatero son sólo sugerencias o declaraciones previamente pactadas, pero ellos pueden anunciar al PNV el cambio de política gubernamental respecto al nacionalismo si el PSOE gana las próximas elecciones, por más improbable que sea cada día que pasa.

El “error vasco” de Rodríguez Zapatero es doble, o triple. Primero, aceptó el consejo (¿de quién?) de que Nicolás Redondo había acabado su carrera política el 13 de mayo de 2001, justo el día en que los socialistas vascos obtuvieron el mejor resultado de su historia. Segundo, dio carta blanca a Ramón Jáuregui para rehacer el partido en el País Vasco y no pudo impedir que López y Eguiguren se hicieran con las riendas del mismo, obligándose asimismo a defender una y otra vez lo indefendible, es decir, al mismo tiempo, el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo y la tesis de López de que el entendimiento con el PP es, en principio, frentismo. Tercero, se dejó convencer (¿por quién?) de que hacía falta un partido “más vasquista” resultándole imposible definir lo que eso significaba. El resultado, el caos, por mucho que Rodríguez Zapatero quiera reconvertirlo en un modelo de coherencia y cohesión nacional.

Los que quieran que el secretario general del PSOE sea presidente del Gobierno deben averiguar con urgencia quién es el muñidor de todo eso, o el consejero maldito, y alejarlo de Ferraz.

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