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EDITORIAL

Tropas en Irak: la cobardía disfrazada de cautela

El goteo de víctimas entre las fuerzas aliadas desplegadas en Irak está siendo utilizado para cuestionar las previsiones del Pentágono sobre la transición y la estabilidad de ese país tras el derrocamiento de Saddam Hussein. Poco importa que desde Washington —y muy especialmente desde el vituperado sector de los “halcones”— se haya insistido en que los aliados deberán afrontar durante “muchos años” enormes “sacrificios y esfuerzos” para consolidar un régimen que liberalice política y económicamente ese país desolado por décadas de existencia de una sanguinaria y empobrecedora dictadura. El visceral antiamericanismo que domina a derecha e izquierda a nuestros medios de comunicación les lleva a exagerar, tanto la “facilidad” con la que los aliados supuestamente pretenden encarar la posguerra, como la dificultad de los focos de resistencia con las que se están encontrando.

La realidad es que las autoridades aliadas —tanto antes como después de la guerra— han acompañado su innegable optimismo con una necesaria dosis de prevención y cautela. La justificación aliada —especialmente el estadounidense— para actuar en Irak no ha radicado en la “facilidad” de esa empresa, sino fundamentalmente en la necesidad y en el deber de llevarla a cabo. Tanto antes como después, las autoridades aliadas han dado margen más que suficiente a sus previsiones como para que nadie medianamente objetivo las vea ahora rotas por los coletazos mortales de los nostálgicos de Sadam.

Sin embargo, la mayoría de los medios de comunicación repiten en la posguerra la misma táctica para desacreditar las previsiones aliadas que utilizaron en el transcurso de la campaña bélica. Ya que entonces Irak no pudo ser “un segundo Vietnam” para los estadounidenses, que al menos sea ahora “un segundo Líbano”.

Si no fuera ya bastante grave la patente desinformación que conlleva esa táctica mediática, esta está siendo utilizada a derecha e izquierda con un objetivo tan repudiable como es el de cuestionar el envío de tropas españolas para que colaboren en las tareas de pacificación. A pesar de que este envío —fechado para septiembre— se hace bajo mandato de la ONU, desde hace semanas los medios de comunicación vienen presionando para que nuestro Gobierno no cumpla ni los compromisos adquiridos con EE UU y la OTAN, ni con Naciones Unidas que ha avalado finalmente el envío de tropas de pacificación a Irak bajo mando aliado.

El antiamericanismo de derechas alerta a Aznar de cómo “los medios de la oposición” podrían “explotar políticamente” contra el Gobierno las bajas que pudieran sufrir nuestras tropas. Y estos medios, efectivamente, han tardado poco en criticar que “los europeos contribuyan a limpiar los platos sucios que deja la mala cocina de EE UU”. No es, sin embargo, rindiéndose, sino combatiendo a los poderes mediáticos de la oposición, cómo los medios afines al Gobierno deben encarar el problema. La derecha antiamericana que muestra tanta preocupación por el desgaste que esas bajas pudiera ocasionar al Ejecutivo es la misma que ha contribuido y colaborado con ese desgaste con sus frivolidades a cerca del “imperialismo americano”, del “no a la guerra” y de “Bush II”.

Diarios como La Razón —que oportunamente han cuestionado en ocasiones que se trate al Ejército como una ONG— salen ahora mostrando preocupación porque nuestros soldados se arriesguen en una zona que todavía no ha sido totalmente pacificada. Con esta misma "lógica", el envio de los bomberos deberia esperar a que el fuego estuviera sofocado.

Lograr una estabilidad política que liberalice política y económicamente Irak es una de las principales tareas que debe acometer Occidente en pro de su seguridad. Si España cumplió su deber respaldando el derrocamiento militar de Sadam Husein, mucho más se debe comprometer ahora con los aliados en las tareas de pacificación que hagan posible la estabilidad y transición política en aquel país. Lo demás es no querer renunciar a la frivolidad del “no a la guerra” o encubrir la cobardía política con los dignos ropajes de la cautela.

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