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EDITORIAL

Irak. las tropas y el tiempo que haga falta

El nuevo Irak ha iniciado la fase de autogobierno con la constitución de un Consejo de 25 miembros, multiétnico y representativo de una variedad de grupos políticos y religiosos que tendrá amplias atribuciones entre las que figuran el nombramiento de ministros, la aprobación del presupuesto del próximo año, la designación del banco central y la preparación de un proceso constituyente. Muchas voces se han erigido, no obstante, en los medios de comunicación para quitar lustre a este paso y criticar, por el contrario, la lentitud de la transición política y remarcar la tutela estadounidense bajo la que discurrirá.

Lo grave es que muchas de estas voces impacientes son las mismas que se alzaron contra la intervención militar aliada en aquel país, sin la cual la transición política o cualquier cambio, por pequeño que fuera, hubiera sido absolutamente impensable. A no ser —claro está— que opinen que, bajo la dictadura de Sadam Hussein, Irak avanzaba más rápido hacia la democracia que ahora...

Además de estas contradicciones, el antiamericanismo que domina buena parte de nuestros medios de comunicación debería tener presente que la famosa “tutela” norteamericana, lejos de una imposición, era una demanda que hace unos meses hicieron en la ronda de conversaciones casi todos los grupos iraquíes que ahora conforman el consejo de Gobierno, y que temían que las tropas aliadas pudieran abandonar prematuramente el país, una vez concluido el derrocamiento de Sadam Hussein.

Si hay un claro denominador común en el variopinto y tradicionalmente enfrentado mosaico que conforma el consejo de Gobierno iraquí es el deseo de que los soldados aliados permanezcan el tiempo que haga falta para consolidar esa transición política. Parecería, sin embargo, que muchos medios dan más representatividad a los nostálgicos de Sadam y a los terroristas que están atacando a las fuerzas aliadas que a los numerosos sectores que se han integrado en el Consejo de Gobierno.

El Gobierno norteamericano, por su parte y gracias fundamentalmente a la encomiable labor de los denigrados halcones, ha llegado a la convicción de que establecer unas bases democráticas en Irak, no debía ser un pretexto a abandonar tras acabar con la amenaza puntual que representaba el régimen de Sadam Hussein, sino, por el contrario, un primer paso para hacer de Irak un aliado estable, tanto política como económicamente, que supere en “fiabilidad” a las corruptas monarquías absolutas como alternativa a los regímenes integristas en Oriente Medio. Un Irak post-Sadam exitoso, donde su población mejore política y económicamente, es el mejor portaviones occidental y la mejor forma de enviar señales a los vecinos de esa zona donde se cuece el odio terrorista.

No obstante, también en EE UU se erigen voces denunciando el alto coste presupuestario y en vidas que se está cobrando ese compromiso con la transición política en Irak. Aunque están previsto el envío de fuerzas de otros países —entre ellos, España— y la creación de un ejército y policía iraquíes que colaboren con las fuerzas estadounidenses y británicas, el secretario de Defensa Donal Rumsfeld no se ha amedrentado por las críticas y ha vuelto a insistir en que si fuera necesario desplegaría más tropas.

Afortunadamente, el Gobierno de Aznar tampoco ha cedido a las presiones mediáticas del antiamericanismo que, a derecha e izquierda, critican el envío de soldados españoles a Irak. Por un lado, estos medios denuncian la falta de medios para combatir la inseguridad en Irak, pero, por otro, critican el envío de más tropas que tengan esa misión. Y es que contra EE UU tanto vale una cosa como la contraria y al mismo tiempo. A las visceras, ciertamente, no se les puede pedir coherencia...

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