Desde que empezaron las demandas de la SGAE contra fabricantes de CD vírgenes siempre ha habido algo que no he acabado de entender. Los demandantes, y los jueces que atendían sus peticiones, ponían el acento en el gran porcentaje de discos que se usaban para copiar música. Pero nadie estudiaba cuantas de éstas copias son privadas y, por tanto, susceptibles de pagar una cantidad por ello. Apostaría a que la gran mayoría son copias ilegales, de música sobre la que no se tienen derechos y que, por tanto, no debiera estar sujeta a canon alguno, sino a posibles demandas a las personas que copien.
Además, tampoco se hace referencia en ningún momento al hecho de que la SGAE y sus compañeras recogen ese canon, no ya en nombre de sus afiliados, sino en el de los artistas de otros países cuyas obras puedan ser copiadas tanto o, seguramente, más que las de los locales. No importa, Ramoncín, cuya música hace ya muchos años que dejó de interesar a nadie, seguirá cobrando porque tengamos derecho a hacernos copias de seguridad de nuestros discos de Pearl Jam.
Por último, cabe revisar si el mismo concepto de propiedad intelectual es válido, aunque sólo fuera por lo extraño que resulta ver a bravos defensores de "okupas" y acérrimos enemigos del capitalismo defender estos derechos de propiedad con tanto ahínco. La propiedad tiene sentido con los bienes tangibles porque son escasos, y sólo la propiedad puede asignarlos con eficacia, pero una canción, un artículo o una película pueden ser copiados millones de veces sin que sus creadores pierdan nada. Ellos siguen poseyendo sus copias originales.
En definitiva, es todo ello tan absurdo que clama por una revisión de la ley garantizando gratuitamente el derecho a la copia privada quitando la posibilidad de que las sociedades de autores cobren nada por las grabadoras, los CD, las cintas de vídeo, las cintas de audio, etc. Y si se revisara más a fondo, eliminando el concepto de derecho de autor y el copyright, la verdad, se lo tendrían más que merecido.
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