Nosotros vamos con el lirio en la mano mientras ellos nos revientan el hígado a patadas. Nosotros no somos ellos, no, porque aquí hay dos fronteras muy claramente delimitadas: ellos matan y nosotros morimos. Ellos intimidan y nosotros corremos. Nosotros somos Florentino Dueñas. Nosotros somos Aitor Zabaleta, acuchillado en las inmediaciones del estadio Vicente Calderón. Nosotros somos Manuel Ríos Suárez, el último caído por el fútbol que quiso salvar de una muerte segura a un chaval del Compostela. Nosotros somos la policía nacional y la Guardia Civil. Nosotros somos el noventa y nueve por ciento de la población (porque pensar que existe más de un uno por ciento de "ellos" resultaría deprimente) y necesitamos que nos auxilien, porque ellos, escondidos tras bufandas de colores, se están haciendo cada vez más fuertes y temibles.
Y algo debe estar fallando alarmantemente cuando la policía le ruega al cobarde asesino de Manuel que se entregue porque así reducirá su condena. Y si el criminal que provocó una parada cardiorrespiratoria al padre de dos niños se arrepiente será incluso mejor. Sí, porque el "arrepentimiento" está perfectamente tipificado en la ley, y se lo saben de carrerilla aquellos que deben velar por nuestra seguridad, por la de todos nosotros. Y dicen: "si se arrepiente no sería considerado homicidio sino homicidio involuntario o agresión e imprudencia temeraria con resultado de muerte". Y si resulta que el cobarde que mató a Manuel es además menor de edad, en tres años a la calle.
Algo no anda bien cuando una de nosotros –María Josefa Suárez, madre de Manuel– se entera por la prensa de que acaban de matar a su hijo. Se lo dice su marido que acaba de oírlo en la radio. Y María se lanza a la calle y llama a la puerta del cuartel de la Guardia Civil en La Coruña y le entregan un papel con un número de teléfono para que pregunte que hay de lo suyo. Algo debe fallar. Algo tenemos que estar haciendo mal cuando Pedro Tomás, presidente de la Liga de Fútbol Profesional, sigue aduciendo que fuera de los estadios los clubes no pueden hacer nada. ¿Fuera? ¿Dentro? ¿Arriba? ¿Abajo? ¿Lejos? ¿Cerca?... ¿De qué nos están hablando estos caballeros?
A Manolo le van a poner una calle en Compostela. Bien. Y los "Riazor Blues" se van a desintegrar. Bueno. Pero que se pongan a trabajar seriamente para erradicar la violencia de los estadios. Porque nosotros pudimos haber sido perfectamente este martes Manuel Ríos Suárez. Y porque no parece que estemos en condiciones de evitar que finalmente lo seamos en un futuro no demasiado lejano.

Nosotros y ellos
En Portada
Servicios
- Radarbot
- Curso
- Inversión
- Securitas
- Buena Vida
- Reloj Durcal