Siempre me gustaron los futbolistas bajitos como Alain Giresse, Osvaldo Ardiles, Marc Overmars o Bruno Conti. Y, desde luego, Juan Gómez, "Juanito". El francés sólo medía un metro y sesenta y dos centímetros pero era uno de los pilares de una selección mítica. Conti no alcanzaba el metro setenta y Juanito sería como mucho tres centímetros más alto que Giresse. Y Ardiles, el de la famosa "Evasión o Victoria" de John Huston, no creo que fuera mucho más alto. Siempre que un futbolista meñique le daba sopas con onda a otro gigantón yo lo celebraba como un éxito propio, convirtiéndome en abanderado de los chisgarabís del mundo. La final del Mundial del 82 entre Italia y Alemania fue ejemplar en el sentido de que Bruno Conti aburrió a Hans-Peter Briegel, un defensa talludo que acabó jugando precisamente en la Liga italiana. El campeonato que organizamos en España empezó a ganarlo Italia por los extremos y los alemanes comenzaron a perderlo cuando Briegel abandonó la peregrina idea de dar caza a aquel auténtico "puñal". Aquella noche ganó David.
Johan Cruyff nos dijo el otro día en "El Tirachinas" de la Cadena Cope que el juego de Noruega le daba un poco de asco. Y es que el fútbol que practica el equipo de Semb es justamente el contrario del que hizo siempre gala –primero como futbolista y más tarde como entrenador– Cruyff. El holandés añadió lo siguiente a propósito de la eliminatoria contra los nórdicos: "ellos son grandes y fuertes y si no estás fino te llegan". Y no sé bien por qué inmediatamente me vino a la cabeza aquella final de hace veinte años en el estadio Santiago Bernabéu y el rostro desencajado del atlético Briegel, roto y con la lengua fuera, desactivado por el pequeño Conti.
Yo creo que Iñaki Sáez ha hecho una lectura correcta de lo que tiene que ser esta eliminatoria. Si finalmente se confirman las previsiones del entrenamiento del pasado miércoles, España jugará con Reyes y Echeberría por las bandas y Raúl y Torres como referentes ofensivos más claros. Mucho tiempo después ha vuelto a utilizarse el término "extremo" y me parece que es una buena noticia. Sí, porque aunque en el fútbol moderno hayan cambiado mucho las cosas existe una verdad perdurable e incuestionable: al fútbol se juega por los extremos. La repesca contra Noruega no debería ser sólo una eliminatoria de 180 minutos para saber si estaremos o no finalmente en Portugal, sino un aviso claro y tajante a italianos, ingleses, alemanes o franceses de que nuestro fútbol es infinitamente superior al noruego. Sólo así iremos a la Eurocopa de 2004 con la cabeza bien alta.
