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La explosión de Internet comenzó en 1994, cuando el congreso useño decidió permitir la entrada a las compañías privadas en la Red. Tras las promesas electorales de Clinton y Gore de crear una estructura de superautopistas de información a la que conectar todas las instituciones de enseñanza del país, la dura realidad de altísimo coste de la iniciativa les llevó a estudiar alternativas. Internet había sufrido ya problemas de saturación, y los responsables de mantener el monopolio estatal que había sido hasta entonces se veían desbordados.
 
La solución a la ineficacia pública fue la apertura al sector privado. Y éste respondió, produciéndose al año siguiente el gran boom que todos conocemos, y que en España llegaría con un poco de retraso. Sin embargo, existía un problema. El control férreo por parte del Estado había acostumbrado a los usuarios a utilizar gratuitamente todos los servicios, desde el correo electrónico a la información contenida en la web. Las nuevas compañías se encontraron con un mastodonte al que no sabían sacar rentabilidad. No se disponía del conocimiento y la práctica empresarial, generada por múltiples pruebas de ensayo y error que tienen lugar en el mercado, que lo permitiera. Y la educación del “todo gratis” estatal que habían recibido los usuarios no ayudaba.
 
De modo que surgieron proyectos y modos distintos de organización. Los inversores, que también carecían del conocimiento suficiente, hurtado al mercado, se pegaron por comprar acciones de estas compañías. La reserva federal apagó el fuego con gasolina, al propiciar una enorme expansión crediticia. Hasta que todo se vino abajo. En ese momento, y con la experiencia y el saber adquiridos durante esos años, unas cuantas empresas como Yahoo!, Google o e-Bay supieron sacarle rentabilidad a Internet y los inversores dejaron de confiar en las promesas y volvieron a los viejos métodos de evaluar los valores.
 
El proceso del i-mode ha sido distinto. Este ha nacido directamente de la empresa privada, desde una compañía con un largo conocimiento del mercado de la telefonía móvil, nacido también de la iniciativa privada. Ya existía el conocimiento necesario, surgido a partir de las consecuencias de las decisiones de consumidores y productores. Supieron cobrar por los mensajes SMS, el pariente del correo electrónico. Y ahora saben como cobrar por los contenidos en un sistema similar al web. Por eso promete ser un éxito.
 
Daniel Rodríguez Herreraes editor deProgramación en castellano.

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