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Víctor Llano

Esperando a Ángel Acebes

No sólo estamos convencidos de que el ministro del Interior es muy buena gente, también nos consta que es un hombre de palabra. Por ello hoy estamos de enhorabuena. Este viernes, le aseguró a Federico Jiménez Losantos en La Mañana de La COPE, que estudiaría con la mayor sensibilidad los expedientes de los cubanos que pidan refugio en España. Por supuesto, no podía ser de otro modo, confiamos en la palabra de Ángel Acebes. Ya es hora de que se reconozca a los que huyen de Castro su condición de víctimas.
 
Tal vez ahora —que esperamos justicia de la sensibilidad del ministro— no sea el momento de insistir en la crítica; sin embargo, no debemos desaprovechar la oportunidad de recordar las circunstancias que hacen que sea injusto tratar a los cubanos como a otros inmigrantes. Las víctimas de Castro no sufren una vulgar dictadura bananera que les permita vivir si no se meten en política. El régimen comunista es una tiranía que dirige su vida desde que nacen hasta que mueren.
 
Las personas que en Cuba se arriesgan a iniciar los innumerables trámites para abandonar el país tienen que contar con la autorización de sus verdugos para lograr su objetivo. Han de pedirle permiso a Castro después de haber recibido una carta de invitación de algún familiar o amigo en el extranjero. Únicamente como turistas pueden huir de la Prisión-grande. Los súbditos que el régimen autoriza a residir en otro país, o bien son funcionarios a su servicio y de absoluta confianza, o agentes como los que en Venezuela nutren el aparato represivo de Hugo Chávez. El resto —entre ellos la inmensa mayoría de los tres mil cubanos que indocumentados deambulan por las ciudades españolas— han huido de la Isla como turistas. De otro modo no hubieran podido hacerlo.
 
Ángel Acebes se quejaba este viernes de que estas personas con estatus de turistas no fundamentan convenientemente sus peticiones de asilo. Tal vez tenga razón. Pero ha de tener en cuenta que huyen de una tiranía que alcanza ya a tres generaciones, que incluso muy lejos de la Prisión-grande temen denunciar los crímenes de Castro, que sus hijos y padres permanecen en la Isla-cárcel rehenes de sus verdugos, que el Gran Hermano del que pretenden escapar se entera de todo y que, por si todo esto fuera poco, han visto —con sorpresa y con dolor— cómo cientos de empresarios españoles comparten negocios con su tirano, y como el heredero de la Corona Española le abrazó aparentemente complacido en cuatro ocasiones en el año 2003.
 
Por desgracia, está totalmente justificado el miedo y la desconfianza de los cubanos que llegan a España. Además, incluso aquellos que se arriesgan a denunciar los crímenes de Castro y a que Esteban Dido se vengue de sus familiares en la Isla, necesitan de un asesoramiento legal que no pueden costear. Las leyes que les atañen cambian cada cinco minutos. Y aunque hoy nos alegramos de que en Madrid se anuncie la celebración de todo tipo de conferencias sobre el futuro de Cuba y su cultura, no podemos negar que el exilio cubano ha conseguido muy poco en favor de las últimas víctimas de la tiranía que han llegado a nuestro país. Por supuesto que hay que hablar del porvenir y mantener la esperanza, pero no estaría de más que también se contratara a un influyente y prestigioso  bufete de abogados que defendiera los intereses de los 3.000 cubanos que, sin papeles, no pueden trabajar en España. Del ACNUR, nada pueden esperar. A esta peculiar institución le importa muy poco la situación en que se encuentran. Otra cosa sería si huyeran de Bush, pero como huyen de su admirado Comandante en Jefe, rara vez demandan refugio para ellos.
 
En cualquier caso, precisamente hoy no debemos desesperar. Como hemos dicho al principio de este artículo, confiamos en la palabra y en la sensibilidad de Ángel Acebes. Por fortuna, este viernes, un periodista al que no resulta indiferente el sufrimiento ajeno, le preguntó por los cubanos.

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