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Federico Jiménez Losantos

El PP aún no se ha enterado de que está en la oposición

La penosa actuación de Elorriaga, jefe de campaña de Mariano Rajoy, que se negó públicamente a emprender ninguna acción ante los tribunales por las gravísimas acusaciones de Almodóvar diciendo ante toda la prensa internacional que el PP intentó un golpe de estado en la noche del sábado, muestran, por si hiciera falta, que hay políticos que sólo valen para el poder, pero no para la oposición. Y que hay personas que valen para la burocracia, que pueden ser excelentes funcionarios merecedores de un sueldo decente, pero que son absolutamente inútiles para la política de verdad, a cara de perro, que es la que ahora afrontamos en España. Un tipo tan escandalosamente insensible a la mayor ofensa que pueden hacer a un Gobierno y a los nueve millones y medio de votantes que le han dado su confianza al PP está incapacitado para actuar como representante de esos ciudadanos, indignados por las continuas claudicaciones y cobardías de Mari Complejines, esa derecha que se llama centro y que se llama andana en cuanto pintan bastos. Si esa incapacidad es temporal o permanente, lo veremos más pronto que tarde. Desde luego, es intolerable para los que han, hemos, votado al PP.
 
En general, de las apariciones y, sobre todo, de las desapariciones de muchos miembros del Gobierno del PP, ya en funciones funerales, se desprende la evidencia de que aún no se han enterado de que están en la oposición. Es más: que dado el panorama mediático que ellos han creado, pueden pasarse muchos años en ella. Si Rajoy quiere ser el jefe de la oposición, lo primero que tiene que hacer es poner a dieta de vanidades y comodidades a esa cuadrilla de melifluos escribas y pánfilos con sangre de horchata que parecen instalados en el disfrute del postre cuando les quedan quince días para quedarse sin desayuno.
 
Hay un peligro más grave que el del fulanismo de los líderes de la derecha y es la desafección de su base social, cosa que se producirá ineluctablemente si su partido es incapaz de defenderse y de defenderla. Eso no se puede hacer con el PSOE mediante cautelosas elusiones y astutas inhibiciones, porque ahora ya no hay medios que les hagan el trabajo duro, como en los años del felipismo. Aznar, Rajoy y, sobre todo, Rato han acabado prácticamente con todo el ecosistema mediático de entonces. Y lo poco que queda, al menos en lo que a los liberales se refiere, no va a caer en la misma trampa del 96. No creemos en el afán de libertad y de regeneración democrática de esta derecha, porque la conocemos.
 
Es posible, deseable, necesario y urgente que recapacite y se disponga a servir a sus bases en vez de servirse de ellas, pero, hasta ahora, ni lo ha hecho ni muestra intención de hacerlo. Y si estas abdicaciones e inhibiciones al estilo Elorriaga, más propias de subsecretarios viejos que de políticos jóvenes, son las que nos prepara el equipo de Rajoy, mejor que lo vaya jubilando. En la derecha que necesita España para los próximos años sobran melindres y complejos, listos y listillos, huelgan sabios de gabinete y consejeros de pago. La derecha real, social, la que paga y no cobra, la que da y no recibe se ha quedado a la intemperie. Y el político del PP que tenga como idea motriz el disfrute del cargo, que se vaya a su casa. Para hacer bulto en el Congreso sin tener mayoría, no hace ninguna falta. Es más, sobra. Porque también sobran políticos jóvenes con ganas de hacer lo que sus mayores ya ni quieren, ni pueden ni recuerdan.
 

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