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El racismo no existe

La profanación de 125 tumbas en un pequeño cementerio judío en Alsacia, con pintadas y consignas abiertamente nazis, escritas en alemán –lo cual nada tiene de extraño, ya que el alemán es la lengua materna de los alsacianos, aunque el francés no esté tan perseguido allí como el español en Cataluña– ha dado actualidad a la cuestión del antisemitismo en Francia. Las autoridades y la prensa han declarado que esa barbaridad sólo podía haberla realizado un grupo de extrema derecha con nostalgias nazis. Yo no estoy seguro, aunque –cuando grupos de extrema izquierda se manifiestan con gritos de “¡Mueran los judíos!” “¡Los judíos a Auschwitz!” y cada vez más abiertamente se proclama que Hitler tenía razón– todo es posible.
 
Prácticamente al mismo tiempo, en el Parlamento, diputados socialistas increparon a Nicolas Sarkosy sobre su reciente viaje a los USA, exigiendo que explicara qué vela se le había perdido en ese entierro y si no pretendía sabotear la magnífica política antiyanqui de Chirac. El ex ministro de Interior, dijo que había sido invitado por asociaciones judías, el famoso “lobby judío” norteamericano, para felicitarle por las primeras medidas que había decidido para luchar contra el antisemitismo en Francia. Y Sarkosy añadió que eso, evidentemente, no habría podido ocurrir con su antecesor el ministro socialista Daniel Vaillant, porque el Gobierno Jospin había logrado dar al mundo entero la imagen de una Francia antisemita. Como era de esperar, los diputados socialistas tuvieron un ataque de epilepsia y huyeron del hemiciclo.
 
La verdad, a mi modo de ver, es que el Gobierno Jospin, y el PS, sin ser antisemitas, decidieron que les sería políticamente más rentable negar el problema y declararon que no había motivos para tomar medidas contra el antisemitismo, ya que éste no existía. Pues hace años que el antisemitismo existe, crece, y a veces domina, en los colegios y liceos, en muchas barriadas “difíciles”, se expresa violentamente en las manifestaciones antiimperialistas o antimundialistas (es lo mismo), por Internet, etcétera. Evidentemente que Israel, y Sharon personalmente, desempeñan un papel, pero más bien como coartadas propagandísticas al viejo y pujante racismo. Lo relativamente nuevo es que el antisemitismo hoy se expresa de forma mucho más virulenta en los grupos de extrema izquierda, y eso nadie quiere tenerlo en cuenta, ni el PS, ni el Gobierno.
 
Ahora bien, que Raffarin y sus ministros hablen del problema cuado el de Jospin lo ocultaba, no quiere decir gran cosa. Por ahora, sólo se trata de conversaciones de puerta de tierra. Ninguna agresión contra sinagogas, centros culturales, comercios y personas judías ha sido sancionada ante los tribunales. Habiendo ejercido durante tantos años la política del avestruz, suprimir el antisemitismo por decreto, es imposible, limitarlo es problemático, no pueden condenarse delitos de opinión, únicamente actos terroristas o ilegales. Si este Gobierno tiene el merito de hablar del problema, y no ocultarlo, eso no basta. Cuando tienes el agua al cuello, que te ofrezcan un café, para animarte, es inútil.
 

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