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EDITORIAL

La cumbre de la nada

Con tanto ausente, le ha tocado a Rodríguez Zapatero el dudoso orgullo de ser el centro de atención de la Cumbre. Honor compartido con Lula da Silva y Néstor Kirchner.

Ayer concluyó, sin pena ni gloria, la XIV Cumbre Iberoamericana en San José de Costa Rica. La reunión anual de los mandatarios de Hispanoamérica y la península ibérica languidece a pesar de su juventud. Desde que diesen comienzo estos encuentros con motivo de las celebraciones del Quinto Centenario del descubrimiento de América el contenido político de los mismos ha ido a menos, la palabrería hueca a más y, como resultado, las sesiones no interesan ni a sus protagonistas.
 
Este año, además, la cumbre venía ya empequeñecida de antemano por su coincidencia en el tiempo con la de los países ribereños del Pacífico. Algunos, como el chileno Ricardo Lagos, habían anunciado que no asistirían al encuentro de San José por ser Chile la anfitriona de la Cumbre Asia-Pacífico. Por eso y porque hasta Santiago se ha desplazado George Bush. El presidente norteamericano, que ha aprovechado para reunirse con el mexicano Vicente Fox, y lo hará con Álvaro Uribe a su vuelta a Washington, tiene más tirón que la anodina y usualmente improductiva cháchara de los ponentes en las cumbres iberoamericanas. Lagos sin embargo no fue el único líder que se excusó de acudir. El portugués Jorge Sampaio, el ecuatoriano Lucio Gutiérrez o el peruano Alejandro Toledo también han faltado. Por último, Hugo Chávez canceló su viaje por el revuelo que se ha armado en Venezuela tras el atentado contra el fiscal Danilo Anderson, y Fidel Castro, aún convaleciente de su reciente caída, ha preferido quedarse en Cuba, a lo suyo y sin hacer demasiado ruido en estos tiempos de mudanza.
 
Con tanto ausente, le ha tocado a Rodríguez Zapatero el dudoso orgullo de ser el centro de atención de la Cumbre. Honor compartido con Lula da Silva y Néstor Kirchner. El plato fuerte que el presidente del Gobierno había preparado para su aparición estelar en la cumbre era el de la célebre Alianza de Civilizaciones, ese invento naif que se sacó de la chistera en su discurso ante la Asamblea General de la ONU. Como semejante idea no había convencido hasta la fecha a nadie -con la peculiar excepción de Mongolia-, Zapatero ha tenido que poner toda la carne en el asador diplomático para sacar adelante su engendro. Los escuderos han sido, como era de esperar, Lula y Kirchner que, alineados sin fisuras con la posición española, han sacado de los asistentes un apoyo verbal y unos cuantos aplausos que a nuestro presidente le habrán sabido a gloria.
 
Por lo demás, la reunión no ha dado demasiado de sí. Se ha tratado el tema de las Malvinas, probablemente como contrapartida por lo de la Alianza de las Civilizaciones, y se ha pasado por encima de las subvenciones a los agricultores en el primer mundo. Los asistentes han pedido a España y Portugal que hagan llegar a la Unión Europea su preocupación por las ayudas millonarias que reciben nuestros agricultores. De todos es sabido que la consecuencia de estos subsidios es, aparte de hacernos un poco más pobres a los europeos, la miseria de muchos campesinos de América Latina y de todo el tercer mundo. Bueno es que los países de Sudamérica vayan advirtiendo que el proteccionismo europeo es perverso para su economía, ojalá fuesen tan liberales en todo. Sin embargo, Zapatero y su Gobierno, antes de transmitir esa preocupación de nuestros países hermanos a las instancias europeas oportunas, deberían transmitírsela a sí mismos. Los gobiernos socialistas españoles nunca se han caracterizado por la supresión de subvenciones agrícolas y el fomento de la libertad de comercio, sino más bien por todo lo contrario. Este pequeño detalle deberían conocerlo al otro lado del Atlántico y, a ser posible, echárselo en cara a nuestro presidente.
 
El año próximo la Cumbre Iberoamericana se celebrará en España, posiblemente en Salamanca. Casi con toda seguridad será más de lo mismo. Buenas intenciones, discursos grandilocuentes, una foto de familia y hasta el año siguiente. Lo de siempre. Lo único que cabe esperar es que George Bush no programe una gira por América porque, entre hacer política de verdad y escuchar a Zapatero como hilvana su fantasiosa teoría de las civilizaciones, no hay color.

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