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EDITORIAL

Rajoy y su “basta ya”

donde más necesario era que Rajoy no hiciera el avestruz es ante el gravísimo horizonte de claudicación moral y política hacia al que nos dirigimos en materia antiterrorista y en defensa de la continuidad de España como nación

Se había extendido la tentación para que Rajoy, ni siquiera en estos momentos, reaccionara con contundencia ante el proyecto de demolición de España, para que no instara a los ciudadanos a ponerse en lo peor hasta que lo peor suceda, que más que desenmascarar el “talante” de Zapatero, compitiera con él en falsa moderación; que el líder de la oposición acompañara, en definitiva, con un compás de espera el rechazo a los actos del Gobierno que le pudiera parecer equivocados.
 
Pues bien. La lúcida, contundente y no por ello menos serena intervención de Rajoy ha sido un razonado y verdadero campanazo para que la sociedad española despierte de ese letargo suicida en el que la quieren situar los medios de comunicación del gobierno y de no pocos acomplejados medios “centristas” que todavía están hechizados por el talante y la sonrisa del presidente.
 
El presidente del Gobierno habrá podido mostrarse en su primera intervención tan satisfecho de su gestión como lo estaba el Rey del cuento con aquel traje nuevo al que sólo un crispante mal nacido osaría poner en cuestión. Sin embargo, la réplica de Rajoy ha tenido, desde el primer momento, la claridad y la contundencia del niño que se atreve a clamar que lo que le pasa al Rey es que va desnudo. En el caso de ZP, desnudo de responsabilidad, de principios, de criterio.
 
Rajoy ha denunciado oportunamente la maniquea y sectaria gestión del gobierno que prácticamente se basa en deshacer lo hecho por el PP sin llevar a cabo alternativa alguna. Eso, por no hablar de la pasividad del gobierno en materia económica, que pretende vivir de rentas de la gestión anterior sin ver las señales de alarma que ya se han encendido.
 
Pero donde más necesario era que Rajoy no hiciera el avestruz es ante el gravísimo horizonte de claudicación moral y política hacia al que nos dirigimos en materia antiterrorista y en defensa de la continuidad de España como nación. A pagar un precio político y penitenciario a los firmantes de Estella –incluida ETA- avanzamos desde que Zapatero basara su gobierno en el apoyo de quienes, como los independentistas catalanes, se habían reunido con ETA en Perpiñán con el objetivo, reflejado en un zutabe, de “colaborar juntos en la desestabilización del Estado español”.
 
Si Zapatero rompiera sus alianzas con los independentistas, si mantuviera una posición similar a la que Aznar mantenía frente a los nacionalistas, si tuviera la confianza y el visto bueno de las víctimas y si ETA hubiera declarado una tregua indefinida, el presidente del gobierno, reuniéndose entonces con ETA, cometería el mismo error que cometió Aznar en 1998. Pero es que, a raíz del final de la tregua, no sólo había en el Pacto por las Libertades el compromiso implícito de no volver a intentar contentar al que no se van a contentar. Es que el presidente del Gobierno, que ahora quiere en sede parlamentaria volver a pedir permiso para saltarse el Estado de Derecho, es el mismo que ya ha dado el visto bueno a que el PSE se sume, con una propuesta de reforma estatutaria, a los firmantes de Estella. Es que el presidente que ahora está dispuesto a negociar con los terroristas, ya ha hecho caso omiso a la ley que proscribe la presencia parlamentaria de los proetarras. Es que ahora la “confianza” y el “optimismo” con el que cuenta el actual presidente del gobierno no es el de las víctimas, sino el de los representantes parlamentarios de sus verdugos. Es que ETA a Aznar lo intentó asesinar para que no llegara a ser presidente de Gobierno, mientras a Zapatero le dieron la más esperanzada bienvenida que le haya dado una organización terrorista a un recién nombrado presidente de gobierno. Eso, por no referirnos a los elogios que Zapatero recibió de algunos de los imputados directos en el 11-M, como el Egipcio.
 
Si algo hay que reprochar a Rajoy, no es que no haya retirado eso de que Zapatero “traiciona a los muertos”. Lo reprochable es que no lo volviera a repetir, poniéndoles, además, nombre y apellidos de muchos socialistas asesinados por ETA. ¿Cómo no va traicionar la memoria de las víctimas quien, como Zapatero, no sólo no aplica la ley de partidos sino que autoriza a Patxi López a reunirse con quienes no condenan y justifican el asesinato de tantos españoles, incluidos compañeros suyos de partido?
 
Lo importante es que Rajoy ha estado dispuesto -por lo menos, hoy- a que ningún perfil bajo contribuya al proceso de insensibilización que espera a lo peor para que lo peor suceda. Como decía Marías, “casi todos los errores son de estimación, o de no tomar en serio las estimaciones que se tienen auténticamente”. El lider de la oposición no ha caído, desde luego, en ese tentador error.

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