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Alberto Míguez

La sombra de Chávez en el altiplano

Hay alguien que aplaude y se divierte enormemente estos días por el desmadre político de La Paz, aunque finalmente ni le afecte ni le importe mucho el destino del pueblo boliviano: es el comandante Hugo Chávez.

Una extraña coalición de guevaristas, castristas e indigenistas liderados por un individuo medio analfabeto, Evo Morales, ha logrado que el tímido e incompetente Carlos Mesa hubiese dimitido por tercera vez como presidente de la República de Bolivia.
 
El país está que arde, los accesos a la capital, La Paz, cortados, los suministros llegan con cuentagotas y los parlamentarios permanecen secuestrados en la Asamblea rodeados por bandas de energúmenos que no sólo piden la dimisión sino la cabeza del presidente de Parlamento y su sustitución por el presidente de la Corte Suprema para que convoque elecciones inmediatamente.
 
La principal reivindicación de estas gentes es la nacionalización inmediata, sin indemnizaciones ni contemplaciones de los yacimientos de gas que, para desgracia de todos los bolivianos, se descubrieron hace unos años y, si la suerte no lo impide terminarán convirtiéndose en la perdición de este país, el más pobres de los pobres en Iberoamérica.
 
Pero hay alguien que aplaude y se divierte enormemente estos días por el desmadre político de La Paz, aunque finalmente ni le afecte ni le importe mucho el destino del pueblo boliviano: es el comandante  Hugo Chávez, dictador de Venezuela e inspirador, maestro e ideólogo de Evo Morales y su caterva.
 
Evo estuvo en bastantes ocasiones últimamente “descansado” en Caracas y La Habana .Y según sus amigos y camaradas del MAS (Movimiento al socialismo) vino cambiado. Es decir, decidido a imponer en Bolivia un régimen parecido al de Castro en Cuba o de Chávez en Venezuela. Son sus modelos y lo ha confesado en multitud de ocasiones como ha reconocido que ambos dictadores y sus respectivos regímenes ayudan a su movimiento, proporcionan pertrechos e instrucción a sus seguidores y probablemente los preparan para el verdadero golpe de Estado que ahora viene, una vez desalojado el presidente o ex presidente Mesa, neutralizado el Parlamento y convocadas unas elecciones generales que podrían llevarlo al poder por la “vía legal”.
 
Es difícil predecir qué puede ocurrir en Bolivia en los próximos días. El país está patas arriba y el aguante de los militares actores principales de decenas de golpes de Estado (Bolivia tiene un verdadero record, más de cien en dos siglos) tiene un límite y no sería de extrañar que volviera a escucharse ruido de sables en las calles de la Paz o del Alto que está a unos kilómetros y donde se atrincheran los sectores más radicales de esta izquierda indígena.
 
Si se produjera una tentativa para “restablecer el orden” concluiría con bastantes muertos y heridos. En Bolivia, como en muchos países iberoamericanos, al final mueren los más desprotegidos, pobres e inocentes, mientras que los verdaderos responsables salen por piernas cuando llega la hora. Ejemplos, sobran.
 
Mientras tanto, Chávez y Fidel hablan a diario para ver cómo va lo suyo en Bolivia. Por ahora, estupendamente.

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