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Ignacio Villa

De la mentira a la indignidad

Ciertamente en estos últimos quince meses hemos escuchado muchas mentiras, hemos asistido a muchas manipulaciones y hemos sufrido muchas artimañas del Gobierno Zapatero. Pero quizá la última entrega, sin ser la más llamativa, es la gota que hace rebosar el vaso. Tener que escuchar a Alfredo Pérez Rubalcaba repartiendo "certificados de verdad o mentira" rompe la paciencia de cualquiera. Ahora resulta que el que fuera portavoz del Gobierno de los GAL, el mismo que defendió a Felipe González cuando la maquinaría del Gobierno se caía a golpe de corrupción, el mismo que utilizó políticamente de forma torticera los atentados del 11 de marzo, el mismo que rompió el día de reflexión del 13 de marzo, llega y nos dice lo que está bien y lo que está mal.
 
Es un vergüenza para el parlamento español que Pérez Rubalcaba se siga erigiendo en la supuesta conciencia de los españoles utilizando el escaño del Congreso. Resulta difícil de entender que Rubalcaba nos vaya a enseñar a los españoles qué diferencias hay entre los atentados de Madrid y de Londres. El que se pasó los días posteriores al atentado en línea directa con el Grupo Prisa, nos va a enseñar ahora la diferencia entre lo bueno y lo malo. A este hombre deberíaj pararle los pies como merece; desde el Partido Popular tendrían que tomar cartas en este asunto.
 
Pero en fin, si el señor Rubalcaba está tan interesado en conocer los paralelismos entre Madrid y Londres, le diremos que especialmente hay uno. En el Reino Unido, el principal partido de la oposición se ha comportado con una dignidad que no conoce el Partido Socialista. Es más, desde el Partido Conservador nadie está pasando información al Times antes que al propio Gobierno. Nadie ha calentado los ánimos de los ciudadanos para que salieran a la calle a protestar contra el Ejecutivo. En la Cámara de los Comunes, el portavoz de la oposición no ha salido llamando mentirosos al primer ministro Blair. En la oposición británica, en definitiva, no hay ningún Rubalcaba.
 
Lo que no se entiende es como el portavoz del PSOE, acostumbrado a saberse quitar del medio cuando no le interesa, se haya zambullido en esta ocasión en una historia que no le puede beneficiar en absoluto. Ya no es cuestión de mentir. Es simplemente un asunto de dignidad.

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