No sé si los bookmakers londinenses organizan apuestas sobre las elecciones francesas como con las británicas pero, por si acaso, les procuraré gratis algunos datos cara a las presidenciales de 2007. A un año y medio de dicha “cita histórica”, la selección de los favoritos resulta relativamente fácil: si Chirac renuncia a presentarse por tercera vez, el duelo será entre Villepin y Sarkozy y ganará Villepin. Si se obstina Chirac y se presenta, Villepin se retira, no puede oponerse a su “padrino”, esperará a la próxima elección, el duelo será pues entre Chira y Sarkozy, y el “húngaro” tiene posibilidades de ganar. Yo situaría la apuesta en un prudencial 5 a 3, a favor de Sarkozy. ¿Por qué? Porque Chirac está muy visto y usado,y sus intentos de reivindicar la victoria del “no” en el referéndum sobre la Constitución europea declarando, con absoluto cinismo, que los franceses han manifestado rotundamente su voluntad de cambios sociales y económicos y que él encarna dicha voluntad.
En cuanto a Sarkozy, él sí que representa el cambio, tal vez demasiado para algunos. No se puede negar que le sobre energía ni que tenga ideas, algunas de lo mejorcito, teniendo en cuenta el tétrico panorama político actual, pero también resulta que son a menudo contradictorias, confusas. Esta confusión, como su nerviosismo, que hasta con tics se manifiesta, su voluntad de salir en la foto así como el lastre de ser “húngaro” y bajito le desfavorecen. No digo que los franceses midan la estatura de sus candidatos o se fijen esencialmente en su físico, lo que sí es cierto es que desean, consciente o inconscientemente que su Presidente tenga una imagen paternal como conviene al “padre de la nación”. La tradición, las costumbres, los prejuicios carcas pesan aún mucho, y, hoy por hoy, no votarían mayoritariamente a una mujer, un joven, un judío, un negro o un moro. Y con muchos remilgos a un hijo de inmigrantes, un francés “reciente”. Dominique de Villepin pertenece a la vieille France, pero con lenguaje modernista le dicen brillante cuando sólo es cursi, y si no tiene la rondeur tranquilizadora de Pompidou, es alto como Chirac o Giscard, (de Gaulle está fuera de concurso), es de “buen ver”, dicen las modistas. No hace nada, pero lo hace bien, se vende bien, vaya, y tiene buenas posibilidades de ser el próximo presidente. Lo cual sería una catástrofe, claro, Francia seguiría hundiéndose, pero los franceses encantados, porque sería con panache.
