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Lenguas regionales

Arcadi Gafas (Barcelona) anda un poco picajoso por mi tendencia a considerar el catalán como un idioma “regional”. Argumenta que el catalán es oficial en tres comunidades autónomas y en un Estado, el de Andorra. Por tanto, merecería el rango de lengua estatal o nacional, para evitar el tono peyorativo de “lengua regional”. En todo caso, “como mínimo” habría que considerarla como “lengua autonómica”. Hasta aquí mi apasionado corresponsal.
 
Me explico. Lo primero es que el calificativo de “regional” no es en absoluto peyorativo. Simplemente, el castellano o español es el único idioma que conocen (casi) todos los españoles. La Constitución reconoce a España como una nación. Luego el castellano o español es claramente la única lengua nacional que hay en España, como el inglés lo es el en Reino Unido. Aparte, el español o el inglés son idiomas que se aprenden masivamente por millones de personas que no los tienen como idiomas familiares. Esa situación no se da en los otros idiomas que hay en España, por muy antiguos, entrañables y sonoros que sean. No creo que la distinción pertinente esté en que los idiomas sean nacionales o regionales, sino si son de comunicación frente a la cualidad de ser privativos de una comunidad (región, nación, etc.). Por ejemplo, el chino mandarín es el idioma más hablado del mundo (o quizá después del inglés), pero no es un idioma de comunicación. Ese rasgo no es ningún desdoro.
 
Hay que ver que acomplejados son ustedes, los nacionalistas catalanes, con la tabarra del idioma. Si necesitan ustedes elevar su lengua a la categoría de nacional o de estatal (por lo de Andorra o la futura Cataluña independiente), van listos. México o Argentina bien independientes son, o por lo menos gozan de una bien probada identidad nacional, pero no se les ocurre fijar una lengua nacional. Casi todas las naciones europeas, constituidas como Estados, son plurilingües. Solo Portugal y alguna otra, excepcionalmente, son monolingües. Raras veces una sola lengua determina la existencia de una nación, por lo menos en Europa. Irlanda haría mal si tratara de eliminar el inglés de su cultura. Cataluña hace mal en eliminar el español de la suya. A no ser ─como ocurrió en Filipinas─ que adopte el inglés como lengua oficial. El tagalo sigue siendo una lengua regional, aunque Filipinas sea un Estado independiente. O mejor, el tagalo no es una lengua de comunicación. Esos rasgos culturales se hallan troquelados por miles de años de Historia, en los que interviene el azar, y por tanto no se pueden cambiar por decreto.
 
Yeyo Balbás me envía un prolijo ensayo sobre el vascuence y asuntos conexos. Concluye así: “Decirle que comparto su aversión hacia la manipulación histórico-lingüística que habitualmente hacen los nacionalismos periféricos. Pero para poder combatir esas manipulaciones se han de tener una serie de conocimientos elementales, pues, de lo contrario, difícilmente se va a poder decir nada de provecho. Efectivamente, usted no es filólogo, ni tampoco historiador. Por tanto, haga el favor de dejar ese tipo de cuestiones a los excelentes profesionales de esas materias que hay en nuestro país y deje de escribir disparates”.
 
Seguiré escribiendo disparates o aciertos, pero no me voy a callar. La lengua es patrimonio de todos y no hay por qué dejar esos asuntos en manos exclusivas de los filólogos o historiadores. Esta seccioncilla está muy lejos de ser un trabajo académico. Simplemente dialogo con los otros libertarios que tienen las mismas curiosidades que yo. Por otro lado, la verdad científica tampoco suele ser un dogma. El enunciado científico de hoy puede ser mañana un error. Incluyo, desde luego, a los sociólogos en ese destino de provisionalidad. Todo el mundo tiene derecho a escribir con tal de que le anime el interés por el saber. Recuerde, Gaudí o Le Corbusier no fueron arquitectos, Mendel no destacó como biólogo, Hubble empezó como abogado. No quiero compararme con esos gigantes, sino subirme a sus hombros para otear el horizonte del conocimiento que a todos nos es dado. En el dominio humanístico todavía es más legítima la curiosidad del profano. Una cosa es cierta. Hay que ser osado para aconsejar a un autor de más de cien libros que “deje de escribir disparates”.
 
José Joaquín Muñoz Osuna (Ecija, Sevilla) desgrana unos comentarios muy personales a propósito de las lenguas regionales. En primer lugar, no se atreve a llamar “castellano” al idioma español, siendo él de Ecija. Luego observa una serie de préstamos de unas lenguas a otras. Por ejemplo, los alicantinos dicen “¿qué hacen en la tele hoy?” en lugar de “¿qué ponen en la tele hoy?”. Lo de la doble pronunciación de la J en vascuence, como J y como Y, le “suena un poco a ganas de dar por saco” para separarse del español. Son opiniones que expongo a la concurrencia. Por mi parte no considero incoherente ser de Écija y hablar castellano. Desde que fue reconquistada, Écija siempre formó parte del reino de Castilla. Lo del verbo “hacer”, ya hemos comentado aquí que es un rasgo muy catalán, valenciano y balear. También los ingleses emplean mucho ese verbo. Puede que responda a una cultura del homo faber , el hombre con un alma de fabricante. Lo de pronunciar la J como Y no tiene por qué reafirmar la identidad vascongada. Sospecho que el sonido de J fuerte, tan característico del español, procede del vascuence. Dicho sea con permiso de los filólogos e historiadores.

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