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José Vilas Nogueira

Lo que el Gobierno progresista oculta

Los gobernantes de ahora no son asesinos. Bien al contrario; cualquier día veremos al tartufesco ministro del ramo ascender en carne mortal a los cielos. Mientras tanto, prohibiremos el viento.

Arde España por los cuatro costados. Nunca los incendios forestales habían causado tantos muertos. La izquierda carroñera, patéticamente conmovida por la catástrofe ecológica del Prestige (en la que no murió ni una sola persona) se ha reencarnado en dulcísima y plácida bestezuela herbívora. Han sido incendios inevitables; la gestión de los gobernantes ha sido irreprochable. Todo ha funcionado perfectamente. Si acaso, haremos nuevas leyes, prohibiremos los incendios, prohibiremos el fuego.
 
En Afganistán se han caído –o los han abatido– un par de helicópteros españoles. Casi una veintena de militares muertos. La izquierda carroñera, patéticamente conmovida por el accidente del Yakolev 42 se ha reencarnado en dulcísima y plácida bestezuela herbívora. Los gobernantes de ahora no son asesinos. Bien al contrario; cualquier día veremos al tartufesco Ministro del ramo ascender en carne mortal a los cielos. Mientras tanto, prohibiremos el viento.
 
Porque Afganistán no es Irak. En Irak participábamos en una guerra; en Afganistán nuestros militares son “soldados sin fronteras”. La operación “libertad duradera”, acometida por los Estados Unidos en este último país no tiene carácter bélico, es una contribución avant la lettre a la “alianza de civilizaciones”. Los helicópteros artillados y el restante armamento de nuestros soldados es mero alarde decorativo, no instrumentos exigidos por el carácter militar de nuestra participación.
 
Tan pacífico es todo que el principal responsable de nuestra política, el angelical Zapatero, ha desprovisto de guardias civiles la provincia de Tenerife. Los ha ocupado a todos en protegerle a él y a su simpática familia de las asechanzas de los malvados. ¿Pero hay malvados? No debería de haberlos según la doctrina de la “alianza”; todo lo más podría haber algún pobre desesperado por la injusticia. Pero, ni eso, pues en España no hay injusticia. No, Zapatero no necesita protección; se ha llevado a los guardias para mero solaz de sus niñas.
 
Un periodista, en típico artículo veraniego, nos ilustra sobre la agonía del yate Azor, varado en un trigal burgalés, tras navegación digna del enloquecido genio del vascón Lope de Aguirre. Mucho recochineo con el Dictador pero sólo una alusión de pasada a Felipe González que, en su momento, utilizó el barco para su veraneo. No faltaron entonces quienes se indignaron. Cuánta incomprensión. A saber los escrúpulos de conciencia que hubo de superar el anterior Presidente del Gobierno. Pero su patriótico designio acabó por imponerse. También, la residencia veraniega de Zapatero es un palacio del patrimonio nacional, que un rey árabe –creo que el de Jordania– regaló al nuestro. Y Zapatero tiene más mérito que González, pues él no cree en la nación española. Y sin creer en ella, no le empacha utilizar su patrimonio. Admirable.
 
Algunos medios de prensa, mayormente El Mundo y, ahora también, Libertad Digital siguen aportando estremecedoras revelaciones sobre los sucesos del once de marzo de 2004. No es grato decirlo, pero la conclusión me parece inevitable: el ministro Acebes no controlaba los servicios de inteligencia, no controlaba la Policía, no controlaba la Guardia Civil, o séase no controlaba nada. La izquierda ha pretendido ensuciar su nombre diciendo que mintió. Pero su falta no fue mentir; dijo lo que sabía. Y sólo sabía lo que siniestros personajes, teóricamente a sus órdenes, le hicieron creer. ¿Se conocerá alguna vez la verdad de lo que pasó? Ojalá sea así, pero yo soy muy escéptico. La complejidad y la riqueza de información de las sociedades contemporáneas hace, paradójicamente, más difícil la revelación de la verdad que su ocultamiento. Mi impresión, aunque deseo equivocarme, es que se trató de un crimen de Estado y que el qui prodest es el único hilo conductor razonable. Si no hubiese sido así, las crecientes evidencias de la incompetencia del ex ministro Acebes deberían alentar el ánimo investigador del PSOE, no inhibirlo.
 
No más fácil será que sepamos si los helicópteros siniestrados en Afganistán fueron atacados, se accidentaron por el viento o cayeron por impericia de sus gobernantes. El mayor empeño de los otros gobernantes, los del Gobierno de la nación se centrará en demostrar que la identificación de los cadáveres será mucho mejor y más rápida que la tan desafortunada en el caso del Yakolev. La saña con que trataron, y aun tratan, al ex ministro Trillo impone esta emulación necrofílica. En este país importa más identificar bien a los muertos que impedir que lleguen a serlo.
 
Un verano desastroso. Pero qué admirable ecuanimidad y parsimonia la de nuestros medios de comunicación (no les digo nada en Galicia, donde el Gobierno PSOE-Bloque ha producido milagros a este respecto). Qué contención y prudencia la de nuestros intelectuales y artistas comprometidos. Al fin y al cabo se trata de meros problemas de gestión. Y aunque el Gobierno no gobierne, los aparatos de agitprop funcionan estupendamente. Además, lo verdaderamente importante, los proyectos de “construcción nacional” y el proyecto de deconstrucción nacional siguen adelante. El verano ha sido desastroso. El otoño será peor, pero con el comienzo de la Liga lo iremos llevando.

En España

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