Menú
Alberto Acereda

Acusa, que algo queda

Se trata siempre de la vieja, continua e improductiva campaña de la desinformación, el “acusa, que algo queda”.

Casi un año después de la reelección de George W. Bush, sus mismos enemigos (que lo son también de la derecha liberal-conservadora) prosiguen con su táctica del ataque personal. Son acciones de destrucción individual, extendidas ya a cualquier político de la derecha y a cualquier individuo que intente avanzar legal y legítimamente la agenda política liberal-conservadora. Como no pudieron ni pueden ya desbancar a Bush, buena parte de la facción del Partido Demócrata ha entrado en la desesperación más fanática. Se trata siempre de la vieja, continua e improductiva campaña de la desinformación, el “acusa, que algo queda”.
 
La táctica alcanza incluso al activismo judicial norteamericano, tan ligado al seno del Partido Demócrata y a su servil apoyo mediático: ése que repite calamitosamente las mismas falacias, que por inútiles e inoperantes han llevado en la última década a repetidos y sonados triunfos electorales de la derecha republicana en la Cámara de Representantes del Gobierno Federal. De nada sirve que nos recuerden cada día que Bush y su camarilla robaron ilegalmente las elecciones a Al Gore en el año 2000; tampoco funciona lo del invento de la guerra ilegal en Irak como forma de enriquecimiento por el petróleo; poco vale seguir culpabilizando a Bush por el Katrina y menos aún proponer que su administración voló secretamente los diques de contención de Nueva Orleans para dejar morir a la población negra.
 
Para estos linces mediáticos y políticos de la progresía la cuestión es siempre acusar con o sin fundamento a la derecha. Los solidarios “demócratas” creen así que algo quedará o que algo llegará a la opinión pública a fin de poder desbancar del poder a los malignos neoconservadores capitalistas liderados por Bush. Es la misma táctica que acabamos de presenciar en el último encausamiento judicial perpetrado contra la máxima figura del Partido Republicano: Tom DeLay. Otra vez, y ya van varias, a los enemigos de la derecha parece importarles poco o nada el derecho a la presunción de inocencia del acusado, sobre todo si es un buen político de derechas como DeLay.
 
La mayoría de diarios y agencias de noticias, siempre tan cercanos a la progresía del Partido Demócrata, se están apresurando estos días a contarle al mundo que Bush está en peligro porque DeLay, el líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, ha sido acusado por un todavía no demostrado uso ilegal de donaciones de empresas a su partido y por un supuesto blanqueo de dinero. Lo que no cuentan es que el encausamiento de DeLay lo procuró el fiscal de distrito Ronnie Earle, conocido enemigo número uno de la derecha republicana y cuyo activismo judicial en favor del Partido Demócrata y contra DeLay es harto conocido.
 
Es la historia de siempre, los mismos usos de estos falseados progresistas que se jactan de defensores de los derechos humanos pero inmediatamente violan el de conceder a DeLay el mínimo derecho a la presunción de inocencia. Es la farsa que traspasa fronteras y que tanto nos suena por la España socialista. Es, otra vez, el insulto y el ataque contra todo aquel que defienda los principios de la derecha liberal-conservadora: porque esos valores ponen en evidencia la falta de ideas y la negación del progresismo de izquierdas para entablar un verdadero debate político.
 
El continuo éxito electoral de la derecha norteamericana en las elecciones presidenciales (y particularmente en las de la Cámara de Representantes en la última década) se debe en gran parte a Tom DeLay y a su capacidad para formular respuestas y soluciones contundentes a su oposición. Se debe a un deseo demostrado por la derecha norteamericana de hacer frente cara a cara, sin complejos y sin pelos en la lengua a todos los ataques provenientes del disfrazado progresismo socializante. El éxito de la derecha estadounidense en los últimos años ha radicado siempre en demostrar con hechos –y no sólo con palabras- que sus oponentes sobreviven gracias al malsano juego del ataque personal.
 
Por eso se puede y se debe acabar con la noción de que la derecha es maligna solo por ser liberal-conservadora. Huérfana de ideas, la progresía de las izquierdas rechaza la necesaria batalla de las ideas; se espalda en el ataque personal e intenta destruir la reputación y la carrera de sus oponentes políticos. Lo vimos con Reagan, con Thatcher, con Bush padre, con Aznar, con Bush hijo…, con Newt Gingrich y ahora con DeLay. Porque éste es uno de los líderes republicanos más eficientes, uno de los arquitectos del gran impulso de la derecha liberal-conservadora y con un historial de iniciativas, reformas y éxitos que ha puesto en evidencia la nulidad de la progresía demócrata.
 
Cuando la Justicia actúe, se verá si DeLay es o no culpable. Hasta ahora estamos sólo ante un mero acusado por un fiscal de distrito que ha dado ya muchas pruebas de sectarismo judicial en Tejas; un fiscal incapaz de separar sus tendencias políticas de su responsabilidad profesional. Lean eltextocompleto del acta de acusación inicial y larespuestadel acusado. La debilidad de los primeros cargos han llevado al fiscal a escribir otra acusación en sólo cuatro días. Como detalla elNational Review, estamos ante un fiscal tan politizado que ha filtrado ya el sumario a un director de cine para realizar cuanto antes una película sobre este asunto, siendo el fiscal el héroe y DeLay el villano. Frente al “Acusa, que algo queda”, la derecha norteamericana opta y acierta con el “Ladran, luego cabalgamos”.

En Internacional

    0
    comentarios