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Alberto Acereda

El fin de la derecha

Es, otra vez, el permanente vapuleo mediático contra los valores de la derecha conservadora norteamericana que tanto sirven luego, de paso, al rampante y empobrecedor antiamericanismo internacional

No cabe ya ninguna duda. La derecha norteamericana está entre las cuerdas. El Presidente Bush aparece con cuotas bajísimas de aceptación en las encuestas. Hay una enorme fractura entre quienes apoyaron a Bush. Se acerca ya el final de varios años de una Casa Blanca secuestrada por la negligencia. La nominación de la abogada Harriet Miers al Tribunal Supremo ha dividido a la derecha y a sus fanáticas facciones conservadoras. El paso del huracán Katrina, el inmenso déficit federal estadounidense, las acusaciones de corrupción contra los líderes republicanos y la subida del petróleo son indicadores de que el pueblo norteamericano está harto ya de la mentira de la derecha.
 
El cuento de los valores conservadores y de su presidente es ya un hecho contrastado. Por eso ahora entendemos qué equivocados hemos estado muchos al apoyar a la derecha y a los valores liberal-conservadores. Aceptemos que es un merecido varapalo a esa derecha ciega e insensible ante las injusticias del mundo, codiciosamente capturada por el salvaje capitalismo y el liberalismo económico de la administración Bush. Ahora se empezará a hacer justicia en el mundo y la maligna derecha norteamericana aparecerá sin careta para ser muy pronto desbancada ya del poder por las solidarias huestes de la izquierda democrática y social.
 
¿Quién no entiende ya, a estas alturas de la historia, que efectivamente Irak es realmente otro Vietnam? ¿Quién no comprende ya que Bush es otro Nixon -incluso mucho peor- acosado por el nuevo Watergate de mentiras que pueblan su gabinete? Porque, ¿quién puede olvidarse de las armas de destrucción masiva, de la subida del petróleo, de mentirosos como Karl Rove, o Tom DeLay, del calentamiento del planeta y de Katrina, síntomas todos de una Gran Depresión económica?
 
Los párrafos anteriores son, en sustancia, el panorama que en EEUU y en buena parte del mundo se le presenta diariamente al ciudadano, incluso por parte de comentaristas supuestamente “moderados” como Howard Fineman en Newsweek. Se trata casi siempre de una versión moderna, virtual y cibernética de aquel retablo de las maravillas cervantino, entremés modernizado donde se sustituye la fantasía por la realidad. Es, otra vez, el permanente vapuleo mediático contra los valores de la derecha conservadora norteamericana que tanto sirven luego, de paso, al rampante y empobrecedor antiamericanismo internacional, entre ellos el del socialismo español.
 
Los hechos que vivimos ahora en la política norteamericana son propios del lógico y necesario debate en el seno de toda ideología política razonable. Como bien ha escrito el más célebre comentarista político radiofónico en EEUU, el popular Rush Limbaugh, en su reciente columna de opinión para el Wall Street Journal, la derecha norteamericana comparte firmes creencias en la libertad individual (que incluye también la religiosa), la limitación del gobierno, el libre mercado, el capitalismo, el Estado de Derecho, la seguridad nacional y la igualdad de oportunidades, aspectos todos sustentados en la base de su Constitución.
 
Es así que el actual debate en el seno de la derecha norteamericana es el de los principios y valores liberal-conservadores, como resultado de la nominación de Harriet Miers. Es la necesaria batalla de ideas para acabar con el activismo judicial que ha venido tergiversando la Constitución y la base del sistema representativo de gobierno. La última vez que tuvo lugar un debate similar en el seno de la derecha norteamericana fue justo antes de la elección de 1980: la misma que llevó al pueblo estadounidense a votar masivamente a Ronald Reagan en dos elecciones consecutivas.
 
Al otro lado del espectro político hallamos justo a esos voceros que anuncian ya a bombo y platillo el fin de la derecha liberal-conservadora. Hablamos de esa argamasilla de cerebros que siguen sin tener respuestas claras y directas a los problemas culturales y sociales. Son siempre respuestas a medias, tambaleantes como su propia ideología, y apoyadas sólo en la negación del ideario de la derecha. Frente a la irrealidad virtual que insiste en el fin de los republicanos conservadores, los hechos y los acontecimientos van por otro sendero muy distinto.
 
Justo cuando Irak acaba de votar libremente su primera Constitución democrática y justo en el momento en que Sadam Husein empieza a ser ya juzgado por sus crímenes y masacres –gracias a la labor y a la persistencia del gobierno norteamericano–, resulta grotesco escuchar todavía a las izquierdas hablándonos del fin de la derecha y del cataclismo de los conservadores. Es la contagiosa realidad virtual en la que viven instaladas esas izquierdas a nivel internacional. En el caso de EEUU, es lo queTod Lindbergha definido muy bien como “mitos” en las páginas delWashington Timesrespecto al dudoso futuro de quienes dan por muerta a la derecha.

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