Menú
Alberto Acereda

El partido de la derrota

Sobre el posible fracaso de Bush en Irak se sostienen las esperanzas electorales del Partido Demócrata: cuanto peor vaya Irak, peor queda Bush y la derecha

La civilización occidental está luchando desde el 11-S una Guerra Mundial contra el terrorismo yihadista. Esa batalla la lidera militarmente EEUU –como no puede ser de otro modo– gracias a la constancia y la determinación de la derecha liberal-conservadora encarnada en la Administración Bush y el Partido Republicano. En frente se halla el Partido Demócrata –o sea el Partido de la Derrota– que ante la carencia de una agenda propia, y como ya hiciera en las elecciones presidenciales de 2004, vive en la negación y en el intento de crear otro Vietnam. Su único objetivo es atacar a Bush, desprestigiar a los republicanos y arañar votos para las elecciones de las cámaras norteamericanas en 2006.
 
El machacar diario contra el Presidente por parte del Partido de la Derrota y sus aliados mediáticos encuentra gran eco y regusto en la Europa antiamericana y en la España socialista, desde Abu Ghraib al asunto de las supuestas filtraciones de la CIA. En economía, y pese al pesimismo alarmista, la América de Bush acaba de añadir sólo en el mes de noviembre 215.000 nuevos puestos de trabajo, que son parte de los más de 4.4 millones de empleos creados desde mayo de 2003. La tasa de desempleo en EEUU está ahora en el 5%, mejorando la media de ese país en los últimos treinta años. El crecimiento económico en el tercer trimestre de 2005 ha sido del 4.3%, y todo esto, tras el Katrina, el Wilma, la subida del petróleo y los continuos y necesarios gastos militares en Afganistán y en Irak.
 
Pese a tan excelentes datos económicos, la vida política en EEUU se ha ido crispando por deseo y voluntad del radicalizado Partido de la Derrota y sus compinches mediáticos: los mismos que siguen equivocadamente haciendo de Irak el centro de demagógicas campañas electorales. Ahora, como en los años sesenta, el Partido Demócrata se hace pacifista, anti-belicista, anti-militar, anti-hegemónico y da cancha a los enemigos de su propia nación. Ahora, como entonces, culpa a la derecha republicana de ser la causa de todos los males de la tierra, incluidos también los huracanes. Es la táctica calcada de los tiempos de 1972, con aquel fracasado candidato demócrata llamado George McGovern, que perdió estrepitosamente las elecciones.
 
Sólo así, desde esa campaña partidista y mediática de acoso y derribo permanente, se explica la baja popularidad de Bush en las encuestas. Pero no debe silenciarse que ésta va paralela a la escasa credibilidad que las mismas encuestas dan a los políticos demócratas. Bush lanzó la semana pasada un acertado contraataque en un serio discurso donde expuso la estrategia para la victoria en Irak. Es la misma estrategia que siempre tuvo Bush, aunque ahora articulada con más detalles y nuevos datos, que se ampliará esta misma semana en otra comparecencia presidencial.
 
Cuando el próximo 15 de diciembre se celebren las terceras elecciones en Irak en sólo unos pocos meses, la defensa de la libertad y la instauración de la democracia en aquel país asestará otro golpe importante al terrorismo yihadista y a cuantos cuestionan la necesaria presencia de EEUU en Irak. El esfuerzo militar y económico norteamericano está dando ya sus frutos porque los mismos grupos iraquíes que, sin éxito, boicotearon las dos anteriores elecciones se han unido ya al proceso político. Porque el número de soldados y policías de cuerpos de seguridad propiamente iraquíes está creciendo y cada vez adquiere un papel más autosuficiente para liderar la batalla contra los grupos terroristas, que no “insurgentes”.
 
Sin embargo, pese al increíble progreso hecho en Irak por la Administración Bush a favor de la libertad y la democracia, los líderes del Partido de la Derrota –conchabados con varios medios de comunicación de lo políticamente correcto– todavía insisten en poner fechas para la salida de Irak. Prueba de lo vacío de tal demagogia es el hecho mismo de que el senador demócrata Joe Lieberman –el político más razonable de las filas de la oposición– tuvo que salir a defender en una columna para el Wall Street Journal la necesidad de seguir apoyando la política de Bush en Irak a fin de derrotar el terrorismo. No extraña que a Lieberman lo sigan silenciando en su propio partido, como hicieron con Zell Miller, y que fuera Lieberman precisamente el primero que el Partido de la Derrota eliminó en la carrera presidencial en 2004.
 
El plan del Partido Demócrata no es la victoria en Irak, sino la derrota –la misma que propiciaron desde Washington en Vietnam– y que ahora pretenden revivir en boca de un errático John Murtha. Sobre el posible fracaso de Bush en Irak se sostienen las esperanzas electorales del Partido Demócrata: cuanto peor vaya Irak, peor queda Bush y la derecha. Ese es el pensar de políticos como Harry Reid, Nancy Pelosi, Joe Biden y el resentido John Kerry, aquél por quien Zapatero apostaba hace un año… Cabe recordar que Bush cumple su segundo mandato. Le quedan por delante todavía tres años de presidencia y no necesita ganar ninguna elección más. Lo que sí quiere ganar es la guerra contra el terrorismo. Por eso, con más aciertos que errores, persevera junto al Partido Republicano en esa lucha, la nuestra, la de todos, la de la Liberta

En Internacional

    0
    comentarios