Los ojos de Rubalcaba
Cuando se lleva tantos años mintiendo en la política, llega un momento en que ni siquiera se sabe distinguir entre las falsedades plausibles y las que no lo son.
El ministro Alonso, mal que bien, tras la sentencia que confirmaba la detención política de dos militantes del Partido Popular, ha ido parando balones como ha podido; es decir, a base de mentiras y más mentiras. Su ridículo ha sido total, pero tampoco ha llegado al extremo de Alfredo Pérez Rubalcaba. Escuchar al actual ministro del Interior decir en sede parlamentaria que "él vio con sus propios ojos la agresión a Bono", es una trola más de Rubalcaba pero en este caso además con recochineo.
Este miércoles el Partido Popular había preparado una ofensiva parlamentaria sobre el caso Bono, centrando las preguntas en el que era jefe de la Policía en el momento de esa detención ilegal y política de dos militantes del único partido de oposición. El Gobierno, empleando como de costumbre todas sus malas artes antidemocráticas, ha querido blindar a Alonso desviando algunas preguntas hacia Pérez Rubalcaba. El remedio ha sido peor que la enfermedad. Y es que Alonso, aun mintiendo sin cesar, parecía mantener mejor el tipo. La aparición de Rubalcaba nos ha devuelto a la última legislatura del felipismo; ha traído al recuerdo a un Gobierno socialista destrozado por los escándalos por la corrupción y por el amiguismo. Ver a Rubalcaba en el Congreso, contestando a la oposición, nos ha situado en aquellos años en los que la democracia española estuvo por el suelo.
Pero además, dejando aparte del recuerdo, ha sido la propia respuesta de Rubalcaba la que ha delatado al Gobierno. El actual ministro del Interior ha dicho que toda España vio la agresión al ministro. Difícilmente la opinión pública se podrá creer el resto de excusas del ejecutivo cuando se incluye en el paquete una mentira tan palpablemente falsa. No ha tenido su día; mejor dicho, es imposible que tenga su día. Cuando se lleva tantos años mintiendo en la política, llega un momento en que ni siquiera se sabe distinguir entre las falsedades plausibles y las que no lo son. Empezar así el trabajo en este Ministerio permite colocar su credibilidad donde corresponde al personaje: en el cero absoluto.
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