Menú
EDITORIAL

Nuestro “vigilante” apoyo a Rajoy

Por razones no sólo de principios sino por el más elemental pragmatismo, el PP debe aferrarse a lo que queda del Estado de Derecho y no dar su visto bueno a ningún contacto con ETA. A ninguno.

Una de las conclusiones más lúcidas respecto a la exitosa y multitudinaria manifestación en contra de la negociación con ETA del pasado sábado, la ha pronunciado la convocante Asociación de Víctimas del Terrorismo, al señalar que Zapatero puede acabar pagando en las urnas la “factura” si la “sociedad está movilizada y concienciada de lo que supone este proceso”.
 
Aunque el poder anestésico del alto el fuego de ETA sea tan fuerte como las mentiras del Gobierno a la hora de maquillar el chantaje y ocultar los fines soberanistas de la organización terrorista, ambas distorsiones de la realidad están perdiendo fuerza desde que el PP se atreve a denunciarlas con claridad y firmeza. Y eso pasa, sólo en primer lugar, por no llamar nunca más “proceso de paz” a las claudicantes negociaciones con una organización terrorista a la que nunca se le ha combatido militarmente.
 
Durante dos años hemos venido alertando sobre la apremiante y lógica necesidad que tenía Zapatero de una “tregua” por parte de ETA para poder maquillar con el pacifismo su clara determinación de pactar con los separatistas un nuevo marco juridico-político para el País Vasco y extender el frente anti PP. Zapatero sabía que la alternativa a no pactar de alguna forma con los separatistas impulsores del Plan Ibarretxe, era seguir haciéndoles frente con una “indeseable” alianza constitucionalista con el partido de Rajoy. Y eso no lo iba a hacer quien, como Zapatero, se disponía a tener como socio de Gobierno al aliado catalán de ETA en Perpiñán; eso no lo iba a hacer quien acaba de desviar contra el PP, tal y como deseaban los terroristas islamistas y etarras, la ira ciudadana por la masacre del 11-M. Las renovadas esperanzas con que ETA se dirigió al recien elegido presidente, instándole a “dar pasos tan valientes en Euskalherria como los dados en Irak” y ver como Zapatero se precipitó a neutralizar la Ley de Partidos, ofrecer diálogo a ETA y silenciar a las víctimas eran indicios, entre muchos otros, que ese pacto-tregua, tarde o temprano, se iba a producir.
 
En cualquier caso, el PP ya ha constado que la tregua está ahí y que no es una “buena noticia”, sino una endiablada excusa para maquillar un chantaje y generar el síndrome de Estocolmo: Una auténtica farsa que no sólo está dirigida contra la nación española y contra los principios constitucionales, sino contra las perspectivas electorales del principal partido de la oposición. Por razones no sólo de principios sino por el más elemental pragmatismo, el PP debe aferrarse a lo que queda del Estado de Derecho y no dar su visto bueno a ningún contacto con ETA. A ninguno, tenga el objetivo que tenga.
 
Aunque ahora celebremos la actitud que tardíamente lidera Rajoy, aunque éste haya constatado el apoyo de quienes nunca van a considerar a los etarras “resistentes” como si fueran islamistas a los que hay que contentar, hay muchos neutralizantes complejos en el partido de Rajoy que sólo esperan una llamada de teléfono de Moncloa para volver a aflorar. Ya se oyen cantos de sirena que inconscientemente propaga hasta algún lector de Homero. Nuestro “condicional” y “vigilante” apoyo lo tiene Rajoy, no Zapatero.

En España

    0
    comentarios